En el primero le tendría que decir al pueblo sin ambages que el país está muy mal 1) porque ha sido mal conducido económicamente en medio del asedio norteamericano, con estrategias voluntaristas, dependentistas y tremendistas, 2) porque se ha sembrado división por motivos geográficos y políticos entre los cubanos, 3) porque se ha desconfiado de la capacidad de todos para el autogobierno, adulterando las vías democráticos de participación y predeterminando la elección de los decisores mediante mecanismos monárquicos, demagógicos y clientelistas que priorizan como criterios de selección la no-competencia (sumisión, lealtad, no confrontación) y la¨pureza¨ ideológica, por sobre los talentos para la solución creativa y eficiente de los problemas, 4) porque se ha subordinado la salida del subdesarrollo material al facilismo de contar con una homogeneidad ideológica y se ha preferido la seguridad paternalista al respeto a la dignidad y la libertad creadoras.
Un segundo discurso que hable de su deseo de una nación verdaderamente democrática en el que haya balance entre la dignidad de los individuos y la de la patria, en la que estos puedan participar de modo directo en la elección de sus representantes sin ningún mediador de juicio político, que hable de su deseo de la unificación de los cubanos dondequiera que estén y de la vigencia e imprescriptibilidad de sus derechos de nacimiento a lo largo del territorio nacional, convocando a los emigrados a participar en la reconstrucción nacional. Una nación donde se premie el servicio de los diferentes talentos, primero con nada con la ilimitada posibilidad de su ejercicio en cualquiera de los ámbitos de la vida nacional y desde cualquier nivel jerárquico del estado y la sociedad, este ejercicio solo restringido por principios éticos que tengan como pilares el respeto a la dignidad humana y al arbitrio de la conciencia. Donde los politicos, los decisores, los administradores, los asesores, tengan que prometer y comprometerse, y luego someterse al enjuiciamiento de su desempeño, por parte de superiores y sus subordinados, siendo el pueblo, mediante elecciones, denuncias, manifestaciones, quién ejerce la máxima potestad como único soberano.
Y un tercero que hable de su deseo de respeto mutuo entre naciones, de reconocimiento de diferencias de cultura, geografía, historia y grado de evolución, pero de fe en la posibilidad de aprendizaje, desarrollo, perfeccionamiento, emulación, desde la particularidad, la construcción de una identidad, minimizando los antagonismos y priorizando la colaboración y la paz.