martes, 23 de febrero de 2021

Patria y/o...


 

del miedo

Un problema de cambiar es el miedo al cambio, que es razonable, aún después de que se haya dado respuestas a las preguntas imprescindibles: cambiar a qué, cómo y por qué. Pero mientras más se niegue la posibilidad de cambiar cuando hay necesidad de cambios, más desorganizado ocurrirá el cambio, más incertidumbre lo rodeará. Eso acarrea, por supuesto, más miedo. Ese es el pecado enorme de los continuistas e inmovilistas: no están evitando un cambio -que es inevitable, pues el sistema, aun cuando opere en circunstancias muy específicas, acumula tensiones que más a la corta que a la larga son autodestructivas- no lo evitan, sino que catalizan otro cambio más precario o más sorpresivo. Se trata de otra profecía que consciente o inconscientemente tratan de autocumplirse quienes detentan el poder. Para justificar su función de insustituibles paladines-profetas, amenazan “vendrá el lobo”, mientras, como resultado de su falta de liderazgo, previsión, proactividad, inteligencia política, humildad, garantizan el azote de un peor castigo sobre el rebaño que no se conformó con pastar obediente en la grama de su autocrático sueño.