Toca converger, dejar de lado ciertos escrúpulos. Para quienes han tratado de encontrar puntos de convergencia con las Instituciones, especialmente el PCC, eso solo ha significado impotencia. Ya el PCC y sus adalides han dado claros pasos para demostrar quiénes son, cuáles son sus límites, crecientes, centrífugos, fagocitantes. La convergencia tiene que ser entre nosotros, los que siempre estamos 'confundidos', a un lado y otro de las aguas saladas, contra esa autosuficiencia que todo lo convierte en amenaza, y usa la bajeza y la violencia para aplastarnos. Cuando seamos más fuertes, entonces no les quedará más remedio que asumirnos como interlocutores.
Toca converger en acciones de emplazamiento público del gobierno, para abocarlo a su irresolutividad, no solo desde trincheras ideológicas o deontológicas sino pragmatistas, tales como: el papel fundamental de la emigración en el sostén económico y cultural de la nación (incluso los otaolistas en su mayoría viajan a Cuba y remesan); errores en la conducción que han derivado en desaprovechamiento de oportunidades, actuaciones a destiempo, (y esto sería más eficaz si se hace a partir de pronunciamientos grupales emanados de los diversos sectores calificados, como los economistas, los artistas, los médicos); exposición de la crisis de liderazgo dentro de las filas continuistas y re-involucionarias, mediante análisis de sus decisiones particulares, modo de vida, los equipos formados durante el desempeño de responsabilidades anteriores (llenos de 'tronados', corruptos, emigrantes), lazos de intereses y favoritismos creados, y sobre todo, de su connivencia en el pasado con otras estrategias fallidas que demuestran su falta de creatividad, su pasividad a lo largo del tiempo para poder mantenerse en la esfera de la dirigencia: ahi están los periódicos, los videos, donde se vería al propio Diaz Canel atando las fuerzas productivas. Más importante aún sería la divulgación de los posibles liderazgos emergentes. Yo creo en los apabullados centristas, y solo pido de ustedes que salten al centro, que asuman ese liderazgo sin tapujos, aunque pareciera que eso los empuja fuera del centro. Si no se hace, queda un vacío, ha ido quedando un vacío, que es ocupado por figuras cuya veleidad narcisista es más fuerte que el deseo de servir. Quizá ese temor al vacío sea el punto en común más fuerte con el estamento decadentista-continuista.
Es necesario converger, intentar llegar a los espacios que fuera de Cuba, pero con extraordinario consumo adentro, intentan nuclear a los cubanos en dos polos que se quieren opuestos. Mostrar los rostros en Miami de quienes desde dentro de Cuba, están dispuestos a transitar el viacrucis para arrancar la nación del vórtice re-involucionario. Habrá que llegar a Otaola, y sobre todo, a Carlos Lazo, ambos mancomunados en su adscripción a un solo lado de las cosas. Yo estoy contra el bloqueo, creo que es el sentir que prima en este Archipiélago, y la anexión me parece un sueño de niños amedrentados. Pero no entiendo que Carlos Lazo no use el capital político amasado en Cuba para decir siquiera que los cubanos también tienen derecho a protestarle al gobierno cubano, derecho gracias al cual él puede en USA hacer campaña contra leyes y políticas, y que el reconocimiento de ese derecho a los cubanos sería el paso más cierto contra el bloqueo. Que no reconozca que el propio Diaz Canel, con su llamado a la violencia y al enfrentamiento entre cubanos, fue quien le dio el mayor puntapié a sus Puentes de Amor, me parece o demasiado cálculo frío o egolatría.
Toca converger en torno a un relato común, que no inició ni el 11 de julio, ni el 27 de noviembre, ni en la comuna de San Isidro, sino antes, cuando todos los gestos heroicos y contestarios caían en el vacío. Hay que apelar a los que han sobrevivido, muchas veces agotados, a una vida de oposición, en Cuba o ya en el extranjero, y con más fuerza aún, a los que ya están muertos. Y a eso tienen que atreverse las voces más autorizadas, las más analíticas, dejando de ver a Cuba solo como un problema antropológico, o como un dilema económico/sentimental. Verla como un país en plena efervescencia de la que todos somos parte, con plena conciencia de que lo que se diga desde las tribunas que su conocimiento y valor personal ha logrado agenciarles, no es para ocupar espacio en libros, sino para movilizar el corazón de más personas en pos de un bien común, de un destino para la Patria ajeno a círculos viciosos, cuadros omnipotentes, indolencia ciudadana o pusilanimidad intelectual.
Converjamos en el reconocimiento de que el estado de decadencia de la nación es multifactorial y que el presente es resultado de nuestras cubanas y propias acciones o abstenciones en el pasado. Algunas de las causas fundamentales a mi criterio serían: 1) el país ha sido mal conducido económicamente en medio del asedio norteamericano, con estrategias voluntaristas, dependentistas y tremendistas, 2) se ha sembrado división por motivos geográficos y políticos entre los cubanos, 3) se ha desconfiado de la capacidad de todos para el autogobierno, adulterando las vías democráticos de competencia y participación, predeterminando la elección de los decisores mediante mecanismos monárquicos, demagógicos y clientelistas que priorizan como criterios de selección la fidelidad, sumisión, no confrontación, y la ¨pureza¨ ideológica, por sobre los talentos para la solución creativa y eficiente de los problemas, 4) porque se ha subordinado la salida del subdesarrollo material al facilismo de contar con una homogeneidad ideológica y se ha preferido la seguridad paternalista al respeto a la dignidad y la libertad creadoras.
Converjamos en torno a nuestro deseo de una nación verdaderamente democrática en la que haya balance entre la dignidad de los individuos y la de la patria, en la que estos puedan participar de modo directo en la elección de sus representantes sin ningún censor del juicio político de los ciudadanos; de una nación elevada sobre la unión del espíritu y la participación de obra y palabra de los cubanos dondequiera que estén, y de la vigencia e imprescriptibilidad de sus derechos de nacimiento a lo largo del territorio nacional, y de la defensa de sus derechos humanos dondequiera se encuentran. Una nación donde se premie el servicio de los diferentes talentos, primero que nada, con la ilimitada posibilidad de su ejercicio en cualquiera de los ámbitos de la vida nacional y desde cualquier nivel jerárquico del estado y la sociedad, este ejercicio solo restringido por principios éticos que tengan como pilares el respeto a la dignidad humana y al arbitrio de la conciencia. Una nación donde los políticos, los decisores, los administradores, los asesores, tengan que prometer y comprometerse, y luego someterse al enjuiciamiento de su desempeño, por parte de superiores y subordinados, siendo el pueblo, sin distinciones de credo, raza, sexo o deseo, mediante elecciones, denuncias, manifestaciones, quién ejercerá la máxima potestad como único soberano. Y finalmente una nación que declarará y obrará según su irrevocable vocación y adscripción hacia una política de respeto mutuo entre naciones, mediante el reconocimiento de diferencias de cultura, geografía, historia y grado de desarrollo, pero con absoluta fe en la posibilidad de aprendizaje, perfeccionamiento, emulación, que sirven a la construcción de una particular identidad, siempre minimizando los antagonismos en pos de la colaboración y la paz.