Con
relación al escrito que encabeza la entrada, yo -que soy médico también, y
cumplí misión en Haití, y luego fui de Colaboración a Trinidad y Tobago, casado
con una doctora que cumplió misión en Venezuela, con decenas de amigos y
conocidos con los que compartí vivencias o que me hicieron conocer, de primera
mano, sus experiencias en otras colaboraciones y misiones-; yo veo, además del
problema global de la corrupción, el problema específico cubano, relacionado
con la manera en que está organizada nuestra cooperación internacional en
salud, el cual es una expresión de otros problemas nuestros, vinculados con los
derechos laborales, la concepción que tenemos de lo que es la dignidad humana,
y el vaivén de lo individual a lo colectivo, asuntos estos que, mal
comprendidos o peor implementados, son combustible de una corrupción que puede
alcanzar cotas sistémicas. La corrupción a "pequeña escala", por llamarla
de alguna manera, a la que algunos, se han referido en comentarios precedentes,
en Cuba se practica con la misma astucia y casi con el mismo derecho conque los
de Fuenteovejuna gritaron "todos a una". No creo que pertenezca a la
misma categoría de la verdadera Corrupción, cuyo fin último es el lucro y el
empoderamiento de un individuo o un grupo. Los cubanos "de a pie",
que no roban sino "luchan", que comercian en especie, en favores y en
influencias de poca monta para obtener magras ganancias, casi siempre en
satisfacción de necesidades simples (no de la codicia), son más que nada
víctimas y culpables de una devaluación ética: la pobreza, la necesidad, se ha
vuelto la justificación última del hurto, de la indolencia, del ventajismo, y
cada cual encuentra la coartada perfecta en la coralidad de la práctica. Vuelvo
a decirlo: antes de 1959, que había más pobreza, el pobre presumía de las
riquezas de ser limpio, decente y honrado. Ahora, igual que antes de 1959, los
que más roban son los ricos.
¿Qué
es ser rico en Cuba hoy, o hace 5 años, o hace 20 ó 30 años? Esta es otra
pregunta que, convenientemente, siempre se ha mal respondido. Las viejas
categorías de la dialéctica sobre lo cualitativo y lo cuantitativo se han
mantenido cautelarmente fuera de este ámbito, y se ha preferido asociar la
riqueza a cantidades enumerables: que si un carro o que si dos, que si una casa
o que si dos, mil pesos o cincuenta mil... Y así, dejamos de percibir, o lo
hicimos conformistamente, diferencias cualitativas, diferencias de posibilidad,
que cavan un abismo aún más grande que el que existe entre el rico y el pobre
de los tan desiguales países allende los mares. Un jefe en Cuba tiene un carro,
o un carro y un chofer, además de la gasolina; la mayoría de los cubanos apenas
si ha podido permitirse soñar con un carro, condenados de por vida y
generaciones a un ineficiente transporte público y a su bicicleta. Pueda el
rico en otra latitud andar en limusina o en el carro del año, que el pobre
también puede sobre cuatro ruedas propias transitar las mismas carreteras.
Pueda en otra latitud el rico viajar en su jet privado, que el pobre también
podrá sacar su pasaje aéreo solo por la curiosidad de probar el pájaro de
metal; mientras entre nosotros, despegarse del suelo patrio hasta hace muy poco
era un privilegio. Podría poner ejemplos que incluirían vacaciones en Varadero
o en el campismo, la eliminación de gratuidades y estímulos sindicales para
"todos" menos para algunos sectores, el acceso a hospitales con
cuartos individuales o salas como albergues cuyos profesionales también
difieren en posibilidades de superación y de ejercicio de la profesión. Visto
de esta manera, en Cuba siempre ha habido ricos y pobres. Y lo peor: bajo
la égida de la igualdad. Pero obviamente una igualdad donde nosotros somos
iguales a nosotros y ellos son iguales a ellos, con las reglas para transitar
ese largo trecho, del nosotros al ellos, nunca estrictamente definidas. Pero,
si se me diera dado formularla, creo que la esencia sería contraria a la
propaganda sobre el sacrifico, la entrega y la incondicionalidad
revolucionarias, estaría no en dar lo mejor de cada cual, en tensar nuestra
capacidad o potencialidad para servir al pueblo, sino en tratar de actuar lo
más parecidamente a Ellos para ser aprobados. Pues bien, creo que en Cuba aun
los que más roban son los ricos, y esa es la verdadera corrupción, la que
empobrece al país, la que lo desangra, la que alimenta la decadencia ética de
los de a pie. Esa es la más dañina al sistema, no porque lo destruye como un
cáncer, sino porque lo subvierte, lo transforma y lo pone a su servicio: como
hace un parásito, como hace un virus. Eventualmente llega el colapso, pero ya
para entonces el organismo corruptor está listo para implantarse en otro sitio.
Estas
cosas en relación con las misiones me duelen profundamente, desde lo anecdótico
en mi carne o en la de otros a quienes quiero y respeto. Pondré solo un ejemplo
más, que no es puntual, sino forma parte de la ecología de la corrupción y
específicamente de los hombres corruptos. Conozco tres mujeres, doctoras
independientes e inteligentes, una Intensivista de La Benéfica, una Oftalmóloga
del Pando Ferrer, una endocrinóloga por la Universidad de Nueva York, víctimas
de acoso sexual por sus jefes en la misión médica en Venezuela. ¿Era visto como
acoso por parte de la mayoría? No. Era visto como lo normal, y ellas como las
anormales, que perdían la oportunidad de los favores del jefe, que incluyen
casas mejores e independientes, carro, más posibilidades de ahorro, envío
preferencial de paquetería a Cuba… ¿Podían rebelarse? Quizás. A su manera lo
hicieron. Una escogió "desertar" de la misión, claro que no solo por
eso, pero algo así termina siendo detonante de la decisión. Otra decidió
terminarla antes de tiempo, eternamente agradecida de lo mucho que la apoyó la
familia venezolana que la acogió aquellos tres años cuando fue incomprendida
por sus compañeros cubanos. La tercera le pagó al jefe con la misma moneda, lo
chantajeó a él para que la dejara tranquila. ¿Existe una estructura de
denuncia? Quizás. ¿Es eficaz? No. Son casos aislados. No. Fueron grandes
jerarcas los que abusaron de su posición. No. Muchas veces seres anónimos
asumen una función en la estructura, con más o menos experiencia previa, y poco
a poco asimilan códigos malsanos, incentivados por la innegable ventaja de la
posición que ocupan. Empiezan a dejarse de sentirse ellos mismos como
"recursos humanos", o "medios básicos", la seria broma
deprecativa con que los profesionales de la salud se identifican a sí mismos.
El sistema esta sellado, el control de las misiones es monopólico, solo se
puede ser altruista de una sola manera, bajo una sola iniciativa y con un solo
permiso. Los que están de misión también están "luchando", no solo la
nobleza del internacionalismo los empuja a ellas, sino las necesidades en casa,
y el deseo de aventura vital (no se olvide que durante largo tiempo fue casi la
única manera que tuvimos los de "a pie" para conocer otro horizonte
del mundo). Los "cooperantes" no quieren señalarse en un terreno que
a veces resulta más estrecho que el del sectorial de salud de un municipio,
pero otras mucho más holgado. Además, hay una jerarquía de misiones, y no
señalarse en una donde pagan 300 dólares, es buen inicio para ganarse otra
donde pagarán mil quinientos. Además de estos tópicos pedestres, se podrían
discutir otros elevados, pero igual de borrascosos, como los reportes
estadísticos adulterados para alimentar un discurso. Un día el jefe de la
misión médica en Haití, hace 20 años dijo: "señores, aflojen, que horita
no se puede caminar en este país sin caerse en un hueco". Una de los
números que debíamos entregar era la cantidad de letrinas sanitarias abiertas
por pacientes luego de las charlas sanitarias del personal de salud cubano… y
se habían reportado tantas. No estoy viendo las manchas del sol: estoy
mostrando desechos radioactivos.
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