lunes, 3 de junio de 2019

misiones en conflicto


Con relación al escrito que encabeza la entrada, yo -que soy médico también, y cumplí misión en Haití, y luego fui de Colaboración a Trinidad y Tobago, casado con una doctora que cumplió misión en Venezuela, con decenas de amigos y conocidos con los que compartí vivencias o que me hicieron conocer, de primera mano, sus experiencias en otras colaboraciones y misiones-; yo veo, además del problema global de la corrupción, el problema específico cubano, relacionado con la manera en que está organizada nuestra cooperación internacional en salud, el cual es una expresión de otros problemas nuestros, vinculados con los derechos laborales, la concepción que tenemos de lo que es la dignidad humana, y el vaivén de lo individual a lo colectivo,  asuntos estos que, mal comprendidos o peor implementados, son combustible de una corrupción que puede alcanzar cotas sistémicas. La corrupción a "pequeña escala", por llamarla de alguna manera, a la que algunos, se han referido en comentarios precedentes, en Cuba se practica con la misma astucia y casi con el mismo derecho conque los de Fuenteovejuna gritaron "todos a una". No creo que pertenezca a la misma categoría de la verdadera Corrupción, cuyo fin último es el lucro y el empoderamiento de un individuo o un grupo. Los cubanos "de a pie", que no roban sino "luchan", que comercian en especie, en favores y en influencias de poca monta para obtener magras ganancias, casi siempre en satisfacción de necesidades simples (no de la codicia), son más que nada víctimas y culpables de una devaluación ética: la pobreza, la necesidad, se ha vuelto la justificación última del hurto, de la indolencia, del ventajismo, y cada cual encuentra la coartada perfecta en la coralidad de la práctica. Vuelvo a decirlo: antes de 1959, que había más pobreza, el pobre presumía de las riquezas de ser limpio, decente y honrado. Ahora, igual que antes de 1959, los que más roban son los ricos. 
¿Qué es ser rico en Cuba hoy, o hace 5 años, o hace 20 ó 30 años? Esta es otra pregunta que, convenientemente, siempre se ha mal respondido. Las viejas categorías de la dialéctica sobre lo cualitativo y lo cuantitativo se han mantenido cautelarmente fuera de este ámbito, y se ha preferido asociar la riqueza a cantidades enumerables: que si un carro o que si dos, que si una casa o que si dos, mil pesos o cincuenta mil... Y así, dejamos de percibir, o lo hicimos conformistamente, diferencias cualitativas, diferencias de posibilidad, que cavan un abismo aún más grande que el que existe entre el rico y el pobre de los tan desiguales países allende los mares. Un jefe en Cuba tiene un carro, o un carro y un chofer, además de la gasolina; la mayoría de los cubanos apenas si ha podido permitirse soñar con un carro, condenados de por vida y generaciones a un ineficiente transporte público y a su bicicleta. Pueda el rico en otra latitud andar en limusina o en el carro del año, que el pobre también puede sobre cuatro ruedas propias transitar las mismas carreteras. Pueda en otra latitud el rico viajar en su jet privado, que el pobre también podrá sacar su pasaje aéreo solo por la curiosidad de probar el pájaro de metal; mientras entre nosotros, despegarse del suelo patrio hasta hace muy poco era un privilegio. Podría poner ejemplos que incluirían vacaciones en Varadero o en el campismo, la eliminación de gratuidades y estímulos sindicales para "todos" menos para algunos sectores, el acceso a hospitales con cuartos individuales o salas como albergues cuyos profesionales también difieren en posibilidades de superación y de ejercicio de la profesión. Visto de esta manera, en Cuba siempre ha habido ricos y pobres.  Y lo peor: bajo la égida de la igualdad. Pero obviamente una igualdad donde nosotros somos iguales a nosotros y ellos son iguales a ellos, con las reglas para transitar ese largo trecho, del nosotros al ellos, nunca estrictamente definidas. Pero, si se me diera dado formularla, creo que la esencia sería contraria a la propaganda sobre el sacrifico, la entrega y la incondicionalidad revolucionarias, estaría no en dar lo mejor de cada cual, en tensar nuestra capacidad o potencialidad para servir al pueblo, sino en tratar de actuar lo más parecidamente a Ellos para ser aprobados. Pues bien, creo que en Cuba aun los que más roban son los ricos, y esa es la verdadera corrupción, la que empobrece al país, la que lo desangra, la que alimenta la decadencia ética de los de a pie. Esa es la más dañina al sistema, no porque lo destruye como un cáncer, sino porque lo subvierte, lo transforma y lo pone a su servicio: como hace un parásito, como hace un virus. Eventualmente llega el colapso, pero ya para entonces el organismo corruptor está listo para implantarse en otro sitio.

Estas cosas en relación con las misiones me duelen profundamente, desde lo anecdótico en mi carne o en la de otros a quienes quiero y respeto. Pondré solo un ejemplo más, que no es puntual, sino forma parte de la ecología de la corrupción y específicamente de los hombres corruptos. Conozco tres mujeres, doctoras independientes e inteligentes, una Intensivista de La Benéfica, una Oftalmóloga del Pando Ferrer, una endocrinóloga por la Universidad de Nueva York, víctimas de acoso sexual por sus jefes en la misión médica en Venezuela. ¿Era visto como acoso por parte de la mayoría? No. Era visto como lo normal, y ellas como las anormales, que perdían la oportunidad de los favores del jefe, que incluyen casas mejores e independientes, carro, más posibilidades de ahorro, envío preferencial de paquetería a Cuba… ¿Podían rebelarse? Quizás. A su manera lo hicieron. Una escogió "desertar" de la misión, claro que no solo por eso, pero algo así termina siendo detonante de la decisión. Otra decidió terminarla antes de tiempo, eternamente agradecida de lo mucho que la apoyó la familia venezolana que la acogió aquellos tres años cuando fue incomprendida por sus compañeros cubanos. La tercera le pagó al jefe con la misma moneda, lo chantajeó a él para que la dejara tranquila. ¿Existe una estructura de denuncia? Quizás. ¿Es eficaz? No. Son casos aislados. No. Fueron grandes jerarcas los que abusaron de su posición. No. Muchas veces seres anónimos asumen una función en la estructura, con más o menos experiencia previa, y poco a poco asimilan códigos malsanos, incentivados por la innegable ventaja de la posición que ocupan. Empiezan a dejarse de sentirse ellos mismos como "recursos humanos", o "medios básicos", la seria broma deprecativa con que los profesionales de la salud se identifican a sí mismos. El sistema esta sellado, el control de las misiones es monopólico, solo se puede ser altruista de una sola manera, bajo una sola iniciativa y con un solo permiso. Los que están de misión también están "luchando", no solo la nobleza del internacionalismo los empuja a ellas, sino las necesidades en casa, y el deseo de aventura vital (no se olvide que durante largo tiempo fue casi la única manera que tuvimos los de "a pie" para conocer otro horizonte del mundo). Los "cooperantes" no quieren señalarse en un terreno que a veces resulta más estrecho que el del sectorial de salud de un municipio, pero otras mucho más holgado. Además, hay una jerarquía de misiones, y no señalarse en una donde pagan 300 dólares, es buen inicio para ganarse otra donde pagarán mil quinientos. Además de estos tópicos pedestres, se podrían discutir otros elevados, pero igual de borrascosos, como los reportes estadísticos adulterados para alimentar un discurso. Un día el jefe de la misión médica en Haití, hace 20 años dijo: "señores, aflojen, que horita no se puede caminar en este país sin caerse en un hueco". Una de los números que debíamos entregar era la cantidad de letrinas sanitarias abiertas por pacientes luego de las charlas sanitarias del personal de salud cubano… y se habían reportado tantas. No estoy viendo las manchas del sol: estoy mostrando desechos radioactivos.



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