Yo quería ser un hombre para el placer,
de esos que escoge dios para los paraísos y los ángeles
de esos que escoge Darwin para proteger la especie
de esos que convierten a las madres en alcahuetas
y a los padres en viejos envidiosos,
de esos que convierten a los muchachos en muchachas,
y a las muchachas en pececitas arqueadas
apretándose el vientre para el desove,
cual pétalos suicidas que, en su empeño de regalar polen,
solo llegan a ser el regalo de un muchacho artero
que nunca se pregunta si es amado o no.