jueves, 27 de febrero de 2020
de palo pa rumba
Distingo, casi repartidas en porciones idénticas, tanta puerilidad como mala intención en las opiniones que se vierten sobre el campo ideopolítico norteamericano, por parte de algunos desde ambas orillas cubanas. Para unos Sanders es más de lo mismo, pues no atacará la esencia del sistema que encarna el infierno en la tierna. Lula, Cristina, Evo, AMLO, solo por citar paradigmas recientes, no recibieron nunca ese tipo de juicio esencialista, fueron vistos y recibidos como pasos adelante en la historia de sus pueblos y de la izquierda mundial, si es que dicha entelequia existe. Fidel Castro siempre fue adalid de la doctrina que decía que un demócrata era lo mismo que un republicano en relación con Cuba, pero ahi está la historia para demostrar cuan equivocado es dicho enfoque, entre otras cosas porque bajo la misma óptica que invalida la distinción que hacen de sí mismos los sujetos dentro un fenómeno subordinándola a una categorización externa, desde otro lugar, desde otra época, desde otra cultura, o desde otro grupo, funcionan los atavismos que dictan que todos los negros son iguales, todos los latinos son iguales, todos lo cubanos son iguales, todos los socialismos son iguales… ad infinitum. El socialismo o el comunismo en ninguna parte va a surgir de sopetón, de «un palo». Por la misma razón que ni la gallina ni el huevo estuvieron completos uno primero que el otro. Unos por conveniencia, otros por connivencia y otros por deficiencia se han quedado anclados en un antinorteamericanismo, pensando que eso equivale al antimperialismo martiano. Para una gran mayoría de quienes viven en ese país, este les parece, como mínimo, de lo mejorcito que le puede pasar a alguien en el planeta Tierra. Podrá ser una ilusión, inculcada por los monopolios mediáticos, pero de eso podríamos también se acusados los cubanos, ¿no?. Entonces, si eso piensan, cuál estado de sincronización social, cuál profunda conmoción de la conciencia grupal, habría de llevarlos a saltar de «palo pa rumba», siguiendo el ejemplo de los rusos, de los chinos, o de los cubanos. Según parece, estos cambios catárticos no los impulsa el desarrollo, sino la asimetría. La Revolución cubana, y ya sabemos también que el Génesis no ha de tomarse al pie de la letra, no se hizo en 7 días. Batista se fue en una noche, a Fidel le tomó ocho días llegar a La Habana, tres años declarar el carácter socialista de la Revolución, 17 instituir una nueva constitución, cerca de 25 años para empezar a rectificar errores, 55 para declarar que la Revolución podía implosionar, y nunca logró ver baños limpios en las terminales ni el cese de la emigración de cubanos por causas… ¿económicas, verdad? Por supuesto, este mismo cronograma de cambios podría extrapolarse a EEUU, con un pequeño factor de ajuste que permita calcular con mayor exactitud el tiempo que les tomaría a ellos llegar al estadio superior al capitalismo. Habría que multiplicar el tiempo que nos tomó a nosotros por su población factorizada al PIB percápita (lo que significaría una aceleración), pero dividido entre el tiempo de mandato presidencial promedio elevado a la diferencia de curules entre partidos ( lo cual significaría un retardo). Estimo que a ellos podría tomarles cerca de 30 a 40 años. Eso si, debido a que se trata de problemas complejos, no ocurre una singularidad que los llevase a una guerra interna, o a lanzarse a otra guerra mundial. A los mismos que les da igual Sander u Obama que Trump, y solo quieren sentarse a las puertas hasta ver pasar el cadáver de su enemigo, toda la Historia les ha de parecer un cuento inacabado, el cual no vale la pena estudiarse hasta que no se escuche la fanfarria del final.
miércoles, 5 de febrero de 2020
lección de silencio
Por mi abuela Bienve.
Calladita, callada, fabricando el silencio.
Porque las palabras no se pueden recoger. Porque las palabras sacan palabras. Porque las palabras crecen en sordina. Porque las palabras son pegajosas y uno pasará después mucho tiempo para desprenderlas. Porque lo más importante que se tiene para decir son el amor y el dolor, y a ninguno de los dos bastan las palabras. Y porque en el silencio cabe cualquier palabra, y una vez que pones una palabra, levantas una cerca. Y poco a poco vas enjaulando al silencio entre rejas de palabras. Al silencio, la más libre de todas las criaturas, la más imposible de todas las sustancias. Solo cuando escribes respetas al silencio y obedeces a las palabras. No importa que los demás griten, que parezca que no escuchan, que no existes para ellos: nadie puede gritar más alto que el silencio.
(Te escucho mientras escribo, abuela, te escucho…)
Ursula
A propósito de la entrada, y algunos temas/comentarios recientes, entrego estos fragmentos de una charla de Ursula K. Le Guin, titulada Instrucciones de operación o Manual de Instrucciones (The operating instructions), que aparece recogida en su libro Las palabras son mi asunto (Words are my matter):
En (Norte)América la imaginación es vista generalmente como algo que podría ser útil cuando se rompe el televisor. La poesía y el teatro no guardan relación con la política práctica. Las novelas son para estudiantes, amas de casa y aquellos que no trabajan. La fantasía es para niños y gentes primitivas. La educación es para que se pueda leer el manual de instrucciones. Yo pienso que la imaginación por sí misma es la herramienta más útil que la humanidad posee. Derrota al pulgar oponible. Yo puedo imaginarme viviendo sin pulgares, pero no sin mi imaginación.
Escucho voces coincidiendo conmigo. “Sí, sí”, exclaman. “La imaginación creativa es un extra tremendo para los negocios. Nosotros apreciamos la creatividad, la recompensamos.” En el mercadeo, la palabra creatividad ha venido a significar generación de ideas aplicables como estrategias prácticas para incrementar las ganancias. Este reduccionismo ya lleva tanto tiempo ocurriendo que la palabra creativo difícilmente pueda degradarse más. Yo no la uso ya, habiéndola cedido a capitalistas y académicos para que la abusen como quieran. Pero no podrán tener a imaginación.
Imaginación no es un medio para hacer dinero. No tiene espacio en el vocabulario de la rentabilidad. La imaginación no es un arma, aunque todas las armas tienen su origen en ella y sus usos o no usos dependen de ella, como con cualquier otra herramienta y su empleo. La imaginación es una herramienta esencial de la mente, una manera fundamental de pensar, un medio indispensable para llegar a ser y permanecer siendo humanos.
(…) Los niños tienen imaginación para empezar, como tienen cuerpo, intelecto, capacidad para el lenguaje: atributos esenciales para su humanidad, cosas que necesitan aprender cómo usar, cómo usarlas bien. Tal enseñanza, entrenamiento y práctica debe comenzar en la infancia y continuar toda la vida. Los jóvenes seres humanos necesitan ejercicios de imaginación tanto como necesitan ejercitarse en todas las habilidades básicas del vivir, corporales y mentales: para crecer, por salud, por suficiencia, para la dicha. Y esta necesidad continúa mientras la mente esté viva.
Cuando a los niños se les enseña a escuchar y aprender la literatura central de sus pueblos, o en las culturas con escritura, a leer y entender lo que leen, la imaginación consigue una buena parte del ejercicio que necesita.
Nada más hace tanto por la mayoría de las personas, ni incluso las otras artes. Somos una especie palabrera. Las palabras son las alas con las que vuelan tanto el intelecto como la imaginación. La música, las danza, artes visuales, manualidades de todo tipo, son todas centrales al desarrollo humano y al bienestar, y ningún arte o destreza es jamás inútil aprendizaje; pero para entrenar la mente a que despegue de la realidad inmediata y luego vuelva a ella con un nuevo entendimiento y fortaleza, nada iguala a historias y poemas.
(…) Lo que un niño necesita, lo que necesitamos todos, es encontrar algunos otros que imaginaron la vida siguiendo líneas que cobran sentido para nosotros y dejan cierta libertad, y escucharlos. No oír pasivamente, sino escuchar.
Escuchar es un acto comunitario, que toma espacio, tiempo y silencio.
Leer es una manera de escuchar.
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