martes, 12 de noviembre de 2019

orgullo aquilino

silvio dijo...
Zenon, eso que tu llamas "orgullo aquilino" yo lo veo un poco más para acá en la geografía mediterránea, porque el sentido del honor es muy español, y muy romántico. Ese orgullo arraigado a veces nos impide entender a otras culturas. Y mal que nos pese eso nos emparenta con la lógica de la conquista, que jamás se empató con la idiosincracia del indio. Por eso, además de despojarlos, los discriminaron con un racismo que todavía se manifiesta ferozmente en Bolivia. Cada vez que queremos que un autóctono americano se porte como nosotros, hay algo del conquistador que se nos sale. 11 de noviembre de 2019, 20:56 

Y sí, Silvio, llevas mucha razón, la diferencia de culturas condiciona posiciones diferentes ante el mismo hecho. Como ejemplo, traigo a colación el recuerdo de como en Mexico me repetían "el que se enfada pierde", no se valía la vehemencia cubana para defender una razón, y el uso de nuestras llanas frases sonaban imperativas órdenes: "alcánzame el libro", "siéntate aquí", dichos a iguales. Mis colegas mexicanos siempre decían, "¿disculpa, me podrías alcanzar el libro?", o "podrías sentarte aquí".

En cuanto a lo de "aquiliano", traje ese ejemplo pues Aquiles es modelo por antonomasia del héroe que asume un destino fatal con plena conciencia. Su madre Thetis había sido advertida de que Aquiles o bien viviría la más gloriosa de las vidas y moriría joven, recordado por siempre, o tendría una larga y oscura destinada al olvido. A tales extremos llegó ella como madre para protegerlo que hasta quiso reeducarlo como señorita, enviándolo a vivir disfrazado de doncella en la corte de un rey amigo, donde lo encontró Odiseo y lo reclutó para la guerra contra Troya. Cuando, ya en la guerra, Aquiles decide salir a vengar la muerte de Patroclo, le pide a su caballo Xantus que no lo deje muerto en la llanura sino lo traiga salvo de regreso al campamento griego. El caballo le responde que así será, pero que su día aciago no está lejos. Aquiles le dijo al caballo: ya lo sé, pero no dejaré el campo. Esta disyuntiva de vida oscura o muerte gloriosa no fue seguramente un descubrimiento de Homero, es un hecho simple y recurrente en la experiencia humana, individual y colectiva, desglosado en mitos y cantado en himnos.

Como escribió Borges: Entre las cosas hay una / De la que no se arrepiente / Nadie en la tierra. Esa cosa / Es haber sido valiente. Y también: Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es. El asunto es que, o por lo que bien tú dices, Silvio, a las 20:56, o por otras variaciones en el punto de vista o el momento en que se juzga una decisión, la pertinencia o el valor de esta puede no ser absoluto. Dentro de un individuo, en una circunstancia particular, inmolarse puede ser lo más fácil, el primer impulso, con la garantía de que se ha de ser considerado valiente. Tomar la decisión de la posible vida obscura, dejar pasar el momento de gloria, puede, en otro momento dado, ser la más difícil decisión. Cuando pasa el tiempo, la pertinencia de esas decisiones, también cobrará matices. Me viene a la mente ahora Fidel en el Moncada. ¿Debió haberse inmolado, o haber sobrevivido para tener la posibilidad de su autodefensa? Según quien observe, y el momento en que lo haga, el 53, los 60, los 90, las primeras dos décadas del siglo XXI o el año tres mil, se podrán obtener juicios diferentes. La verdad, más que una solución matemática, es una cuestión de fe. Lo que ha estado en juego, no es la gloria de uno, sino la vitalidad de una idea, de una posibilidad de humanidad y mundo.

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