domingo, 24 de noviembre de 2019
dirigir en Cuba
Dirigir un país es difícil, pero en Cuba, sin oposición, con leyes que se aprueban unánimemente, con decretos que se promulgan sin divulgación previa, sin escrutinio de la prensa, con ocupantes de cargos públicos designados, con un pueblo en su mayoría agradecido y leal, con garantías para la continuación en los periodos y políticas de gobierno, las cuales pueden regular u organizar todas las esferas de la sociedad, la económica, la cultural, la ideológica…, casi sin parangón histórico, pues la vida de la nación ha transcurrido mayormente dentro del coloniaje, estructuración republicana e injerencia neocolonial, de modo que la ineditez del pasado reciente de Cuba o su presente, tienen una ventaja rotunda cuando se comparan con lo anterior a 1959, y han ido desapareciendo de la memoria social lo hitos de comparación (tal gobierno es mejor que mascual, tal partido me conviene mas que mascual)… es difícil dirigir un país, pero los dirigentes cubanos la han tenido más fácil. Es cierto que ha existido y existe la oposición del más poderoso enemigo, pero dicha oposición ha engendrado el apoyo de poderosos amigos también. Es cierto que el enemigo trata de imponérsenos injustamente, que nuestro pecado original es existir, ser, querer ser, distintos, independientes, libres, pero también lo es que algunas circunstancias particulares de nuestra vida política, del modo en que se han facilitado la "actividad dirigentil" nuestros dirigentes, engendran más oposición que otras, de parte de nuestro enemigo; y que esas mismas cosas no son consustanciales a lo que somos, sino que forman parte más bien de lo que fuimos, del pasado contra el cual luchamos y que creímos vencido: dependencia económica e ideológica de una metrópoli extranjera, división entre cubanos, férreo control de la actividad política por parte de los cubanos.. en fin, los vestigios de los colonialismos o los tutelajes.
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