(a partir del post de Alina "Castigar y proteger").
Tengo una "teoría", que no es nueva, es parte de los mitos actuantes en este mundo, sobre como ocurrirá un cambio en el alma de la nación, para detener el proceso de decadencia. Se necesita algo que conmueva, no una razón u otra idea o un despegue económico. El atropello de una Víctima. Un Sacrificio. A los opositores tradicionales les ha faltado carácter muchas veces, o han sido descaracterizados, y el contexto comunicacional les ha sido adverso, muchas veces no les ha faltado razón, lo cual no quiere decir que la hayan tenido en todo ni todos. Estoy seguro que no todos son seres sin alma vendepatrias ambiciosos y mezquinos, y que el castigo, muchísimas veces, ha sobrepasado al delito, o al posible delito. Pero a pesar de eso muy pocos, casi nadie, ha alzado su voz para pedir justicia para ellos -al contrario, han sido tomados como comodín de afirmación revolucionaria: si los critico, si marco la línea divisoria contra ellos, pues puedo decir algo, atenúo sospechas, pertenezco al grupo de los revolucionarios-. No se han alzado voces por ellos porque no han conmovido, una “masa crítica” no se ha conmovido, los ha ignorado. Pero cuando el atropello sea cometido contra alguien que no encaje en el canon tradicional, que pueda ser visto o vista y haya sido visto o vista, en su papel de ciudadano, de ser social trabajador, de ser humano con familia, con una razón que defender, con una inocencia que no necesita probar y con un valor para asumir su destino, empezará la reacción en cadena. Habrá cautela de parte de los que tienen la cautela por oficio, pero la misma mediocridad que se ha instilado en la trama social, el mismo vicio del atropello y de la fuerza unilateral y la razón superior, los llevará a proferir el manotazo, el tapaboca. Pero esta vez lo veremos muchos, lo testimoniaremos muchos, y nos dolerá a nosotros también, y el impudor en que hasta ahora habíamos vivido, dejando que otros fueran los chivos expiatorios, los que se buscaran los problemas de verdad, nos golpeará también en la cara. Y entonces diremos no. Y veremos cuan endebles son algunas razones para cimentar una línea divisoria entre el adentro y el afuera, entre el aquí y el allá, entre el ellos y el nosotros. Este ser sacrificial, ya está entre nosotros, ya lo conocemos. Puede ser un profesor expulsado de una escuela, una joven periodista atrevida y bonita, una mujer bíblicamente astuta y sabia, o un muchacho cualquiera que, como en el poema ruso de mis lecturas de primaria, se levanta en medio de la clase, aun cuando no fuese el mejor alumno.
Por otra parte, habría que remitirse a la historia de Cuba, para ver que han hecho los cubanos en circunstancias en que los gobiernos o poderes en la isla les han impedido manifestar su oposición al estado de cosas en la Patria, o promover una alternativa diferente. ¿Podrían l@s ´mulas´ de Miami, como antaño los tabaqueros, reunir dinero para enviarlo a alguien en Cuba que promueva una campana de reforma aduanal? ¿Qué hacer cuando las inconformidades de quienes están dentro coinciden con las de quienes están fuera: deben renunciar a estar inconformes los de adentro para no ser vistos como alineados o cómplices de los de fuera? ¿Acaso no será esto una estrategia, mantener la línea divisoria entre cubanos adentro y afuera, para poder aplastar cualquier intento de "alineada" oposición? ¿Cuál es el delito, que los de afuera piensen como los de adentro o los adentro como los de afuera? ¿De dónde vinieron los ideales que inspiraron la Revolución independentista? ¿De Casilda, de Artemisa, de Santiago, de Matanzas? ¿O de Francia, y de Norteamérica, y de Suramérica? ¿Dónde bebieron sus ideales Céspedes y Agramonte y Martí? ¿Dónde se buscó dinero para el Granma, y para el desembarco en Playitas? ¿Qué papel jugó Lázaro Cárdenas y México en la Revolución cubana? ¿Antes sí porque todo estaba mal, y ahora no, porque todo está bien? ¿O ayer no, porque llegaríamos al hoy, y hoy tampoco, porque llegaremos a mañana? ¿Quién va a ser árbitro de la historia, sino la historia misma, el decursar, el tiempo...? ¿Habrá historia con hombres y mujeres que no la quieren hacer, que se dejan llevar, anuentes a una supranarrativa donde está todo dicho, donde ya ha sido acordada una teleología que asigna como único rol la ferviente creencia en el superior destino? ¿No somos acaso los revolucionarios, las revoluciones, los que impugnamos el Fin de la Historia?
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