lunes, 17 de agosto de 2020

los desterrados

Una patria es un aprendizaje

una patria es como un oficio

cambiar de patria es cambiar de oficio

nosotros fuimos más allá

cambiamos de patria y oficio a la vez

y aun así

no queríamos no pudimos

cambiar de nosotros

—otra vez reunidos en la experiencia

de cuerpos/hábitos/mentes,

países mutuos, parajes cómplices,

hallando belleza a pesar de todo

—de todo lo ausente y todo lo presente—

encadenados a la roca del tiempo

en la única tierra prometida.


viernes, 14 de agosto de 2020

monstruos de feria

https://jovencuba.com/2020/08/13/fidel-subjetividad/

Creo que el patrón que sigue este artículo podría también aplicarse a análisis sobre Hitler, Gerardo Machado, Duvalier, a todos los “buenos hombres hasta un día” en que matan, o roban, o maltratan a sus hijos, y así continuar haciendo la vista gorda a todas las caídas, las decadencias, los derrumbamientos, la frustración, los fracasos –no solo de un momento, en una tarea, sino de una utopía, de un ideal multigeneracional– con el propósito de resaltar la cualidad singular, feriable, de los déspotas. Como dijo el filósofo pesimista, “Fracasar en la vida, esto se olvida con demasiada frecuencia, no es tan fácil: se precisa una larga tradición, un largo entrenamiento, el trabajo de varias generaciones”. Y ahí estuvo el comandante, con su predecesor Batista, educando al menos a tres generaciones de cubanos en cómo convertir los reveses en victorias. Lo que reprocho es que se haya estado tan cerca de instaurar ese ideal y que el hubris narcisista nos empujase a una sima más profunda que no permite parir siquiera una nueva revolución, luego de decenios de adoctrinamiento en que se deslegitimó la lucha verdadera con la "luchita", y la justicia con el igualitarismo, y el pensamiento y su expresión valiente con el terror al enemigo y la construida infalibilidad unánime desde/para el liderazgo. Me parece cómplice usar lindas frases en el artículo como “ninguna estructura fue capaz de sujetar(lo)”, en vez de decir que se defecó estentóreamente en cada estructura que creó, lapsos enormes sin reunirse siquiera el consejo de estado, moviendo sus edecanes y aguantapalanganas desde el grupo de apoyo a los ministerios, a los boquirrubios desde soldados rasos a empresas por las que pasaba la sobrevivencia del país.
A la mente me viene un fragmento de Martí: “Y si a los españoles, por ser españoles, los ataco, mi padre saldría de la tumba, y me diría: parricida. Pero el mal gobierno, la opresión, la ignorancia en que vivimos, la miseria moral a que se nos condena, esto ¡padre mío! no eres tú, eso no es España, sino otro país; eso es infamia y abominación, y dondequiera que lo encontraras lo has de acabar.”
En el Tao Te King ya alguien enunció: Ambas cosas, ser y no-ser, tienen el mismo origen, aunque distinto nombre. En su Balada de la Cárcel de Reading Oscar Wilde testificó: Cada hombre mata lo que ama. Marcos en su Evangelio recoge: El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado.
En el artículo, como igual hizo la figura cuyo onomástico se pretende recordar, se olvida que hacer el bien un día no exime de la responsabilidad de hacer el bien (y hacer las cosas bien) todos los días. Si habría habido absolución hasta el punto en que nos arrimaron a la luz, habrá condena desde el punto en que nos devolvieron la sombra. La Historia y las historias están llenas de nombres, de gente que de eso necesita, y nosotros los repetimos, como hijos de esas historias. Apenas estamos saliendo de los siglos de la fuerza y la abominación y el oscurantismo, en que el tamaño de una espada ha bastado para convertirse en lección en las aulas. Siglos vendrán, en que terminaremos por aprender que hasta allá habremos llegado no gracias a esos, sino a pesar de ellos.

Y a propósito de las palabras finales, donde se avizora que la solución sería quizás la multiplicación del déspota, algo aplaudido por varios de los comentaristas ...

(cito a Rosa in extenso, pues estoy de acuerdo con su visión crítica del capitalismo, el 16 agosto 2020 a las 2:14 PM en LJC "Sin embargo, en cuanto al asunto de la sociedad actual y su desarrollo, me parece realmente odioso, increíble e insoportable el estado actual en que viven millones de seres humanos en este planeta. No los veo a todos, pero sí a una parte de ellos que no es la peor, por suerte. Sin embargo, me duele a diario ver a esas personas sumidas en la pobreza, tratar de sobrevivir luchando contra el medio a toda costa, desesperados y también desesperanzados. Ya saben que ellos, sus hijos y sus nietos y toda su descendencia tendrán que seguir así per saecula saeculorum. Si por un solo momento tuviera el poder de eliminar esa pobreza de un plumazo, lo haría sin pensar en nada más, y diría “después se verá”. Creo que eso hizo Fidel a su llegada al poder y solo eso, a mi juicio, le da un lugar en los altares. Entonces, realmente me dan pena los análisis que no toman en cuenta esto por muy letrados que sean. Algunos hablan de “sistema fracasado” ¿creen acaso que el sistema cubano es más fracasado que uno que mantiene a un elevado porcentaje de personas en la total o parcial (da igual) pobreza, desesperación y desesperanza?, ¿creen que es más fracasado que un sistema donde los ricos (que nadan en dinero, por cierto) cuando ven a una persona (y son cientos o quizás miles) arriesgando su vida para vender algo entre las filas de autos, miran para otro lado? Puede que hoy, diga que es igual de fracasado, pero no más. Además, ¿acaso podemos librar de toda culpa al enemigo que nos hostiga desde el primer día?, ¿creen que un país así de hostigado puede decidir libremente qué hacer?, ¿puede estar fijándose en cuánto funcionan o no funcionan las “instituciones” ?, ¿acaso hay espacio para hacerlo con objetividad? ¿Es que ese enemigo ha dejado de existir? No, hoy está en su peor y más agresiva fase.
Lo estamos viviendo en Latinoamérica, cualquier intento de mejorar un “poquito” la vida de los ciudadanos, esos de los que hablo antes, es vilmente castigado por cualquier medio no importa cuán deshonesto, corrupto o salvaje sea. ¿Tenemos esperanza acaso los latinoamericanos? A veces pienso que otro Fidel haría falta en algunos lugares. No digo que la actual sociedad cubana está en sus mejores tiempos, por supuesto que no, desafortunadamente hasta podría decir que está en los peores. También me duele la miseria en mi país; aunque tiene ciertas características diferentes, es también miseria. Tenemos que mejorar ese estado a toda costa, pero no olvidando o minimizando muchas verdades objetivas y concretas.(..) Ojalá (..) podamos, a pesar de todo, construir una sociedad realmente mejor para todos. Sin copiar a esas sociedades donde reina la “libertad” y la “felicidad” solo para unos pocos. ¿Fidel multiplicado? Quizás por ahí va la solución.")

...pues repito que mi dolor es el de la esperanza malbaratada, casi un pueblo unánime confiando, dispuesto a sacrificios, agradecidos por la transformación que se obro en él. Para llegar al punto en que esa bondad, esa voluntad del pueblo, empieza a obrar contra el pueblo mismo. Siempre imagino una familia como representación del dilema de cuba, que no es único en la historia, sino repetido, y bien condensado en adagios "de buenas intenciones esta preñado el camino del infierno", "aquellas aguas trajeron estos lodos" "cuando el infierno son los demás el paraíso no es uno mismo" "el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado". El caso de esa familia, es que tuvo un padre y una madre entregados, sabios, protectores, durante la infancia de ese hijo, pero el hijo crece y llega a adolescente, y el padre y la madre siguen tomando todas las decisiones, interviniendo en todos los asuntos, limitando las posibilidades de aprendizaje y desarrollo del hijo, y el hijo es adulto y los padres siguen siendo cada vez el eje, lo importante de la familia, ellos son la familia, el hijo es solo un comodín que les permite ser familia más allá de matrimonio, no puede mudarse de la casa, todo el tiempo depende del salario del padre y la madre, ellos median en todas sus interacciones. A esta altura de la historia de esa familia, el que fue niño feliz ya es un adulto infeliz e incapaz, que se resiente de sus padres, y aquí podrían redactarse otra vez la carta de kafka al padre o el cuento Amor filial de un parricida, de Proust. En la progresión del conflicto los padres dejan de ser buenos a los ojos del hijo y a los ojos externos, y los padres, lejos de ser recordados como garantes de una infancia feliz pasan a ser rencorosa memoria de una posibilidad de vida destruida. Podría estar de acuerdo con un fidel multiplicado si no fuera simultanea dicha replicación, si un nuevo fidel apareciera para relevar al fidel que empieza a envejecer y se obsesiona con prolongar el triunfo de sus visiones, decisiones y razones a pesar de la transformación de las circunstancias. Claro, de estos fideles secuenciales me preocuparía los métodos que emplearían para destronar al anterior, dudas no me caben de que fidel habría sido su más inveterado opositor, pero el exceso de beligerancia en la personalidad de cualesquiera de estos clones hace más que previsible una inestabilidad cíclica bien agotadora para la historia de ese experimento de país. Si aparecieron juntos todos los fideles multiplicados en el mismo país, sería un gran desastre, sin dudas pelearían entre ellos por monopolizar la atención y la conducción de la acción, cada uno convencido de la preponderancia de sus brillantes ideas sobre las de los otros, o por el contrario, cada clon lograría obsesionar a algún otro de la camada con alguna de sus ideas, uno con el pastoreo racional Voisin, otro con la zeolita, otro con la moringa, otro con la biotecnología, otro con la revolución energética, otro con la voluntad hidráulica, otro con la impagable deuda externa, etc..ad infinitum, y así cada cubano tendría que ser abanderado de infinitos proyectos, o cada cubano especializarse en un fidel-proyecto a la vez hasta la extenuación. Una vez escuche a alguien decir que, si las ideas del budismo sobre la reencarnación fuesen ciertas, pues le gustaría que fidel reencarnara como fidel, que volviera al sansara con su mismo nombre y aspecto, para poder reconocerlo rápidamente, y que apenas lo reconociese, pues mudarse a otro país. Era por supuesto una broma, pero que encierra una cuestión filosófica profunda, la de si ya el fin está encerrado, contenido en el principio, la de si, como dicen los viejos, todo está escrito, la de si, como en el cuento árabe sobre aquel que trata de burlar la muerte, un destino acaece ineluctablemente, no importa el devaneo de las circunstancias, pues cualquier acción resultará en una sumatoria vectorial que conducirá a su impostergable consecución. Usted dice que se ve tentada de decir "después se verá", el problema sería cuándo se verá, si a los diez o las veinte o a los sesenta o a los cien años, y además que cantidad de mal es equiparable a qué cantidad de bien. De otro modo se dice "el fin justifica los medios", pero cuál es el fin? cuáles medios?.

martes, 11 de agosto de 2020

pusilanimidad

Un discurso, un sistema, una sociedad donde lo que se deslegitima es la lucha, la lucha verdadera. Pues está prohibido luchar por una causa que vaya más allá de la sobrevivencia y la aventura personal, más aún dar pasos que conduzcan a luchar de manera colectiva, grupal, desde un movimiento, una concertación o un partido, por una apuesta distinta de futuro (distinta en fines, premisas o maneras) . Esa osadía solo pueden tenerla los enemigos, y automáticamente te convertirá en mercenario a los ojos del poder y bajo el dictamen de su ley.
Como está prohibido cambiar la realidad desde “abajo”, y solo es lícito seguir órdenes, campañas, movilizaciones, iniciativas, convocatorias, desde “arriba”, pues le hemos cambiado el significado a las palabras, de común acuerdo plebeyos y poder. En la calle, en los barrios, tras las paredes de Cuba, se lucha, el cubano dentro de sí mismo lucha, el “sistema” lucha, somos luchadores, cada uno solo, blandiendo la nueva acepción de la palabra, darwinismo lexical, contra los demás, contra el compatriota, en una lucha que es de todos contra todos y contra uno mismo también. Luchar es propina y es soborno, es hurtar y acaparar, es prostituirse y traficar, es cohechar y transigir. Luchar implica ahora, en su nueva esencia, entregarse, capitular, hacer lo que no se debe o no se quiere, hacer lo que no se ama. Ya luchar no es enarbolar un ideal, un acto noble de afirmación del ser, sino entregarse a un vicio, en un ejercicio falaz de albedrío frente a la contingencia estructural, cuando el individuo cree que no puede, ni osa, intentar resquebrajar la estructura. En esta diseminada concepción de lucha no se reacciona contra esencias sino a formas, a manifestaciones; se ha abdicado de la capacidad humana para lo elevado, lo general, lo primordial, lo trascendente, para entronizar lo particular, lo concreto, lo inmanente, lo casuístico. Si bien esta nueva lucha sigue siendo aparentemente un acto transicional para llegar a otro estado más favorable, ahora, además, es un acto transaccional, pues ha dejado de considerarse como un valor en sí mismo para conferírsele valor solo por su rendimiento inmediato en términos egocéntricos, onfalopáticos. La nueva acepción de luchar no ha sido más que una rendición capitalizable, calculada. El cubano lucha por dinero. Es un mercenarismo. Esta es la noria, aquí está la trampa donde las palabras terminan por abracarnos, donde el poder se sale otra vez con la suya y con la tuya. La voz omnipresente del régimen incrimina a todos los que luchan por Cuba sin un certificado oficial. La palabra mutó, los verdaderos mercenarios del día a día dicen que “luchan”. Quienes se oponen a la estructura que ha creado un pueblo de “luchadores” orgullosos de serlo, porque creen en otra posibilidad de realización y belleza, en otra manera de conquistar el futuro, en distinta estrategia para ser consecuentes con lo que ha legado la Historia, son llamados mercenarios por reclamar para sí el derecho a usar la vieja acepción de la palabra lucha, por atreverse a decir que luchan, por atreverse a luchar en verdad.
Algún día será, otra vez, como en esas piñaseras de cuando niño, en que el otro ganó, y te tiene abracado, y si te atreves a seguir moviéndote, te pega más, y ya eso deja de ser bronca y se convierte en abuso, y los que están alrededor, achuchando, mirando, divirtiéndose, de pronto dejan de verle sentido a la cosa, pues lo que los apasionaba era la lucha precisamente, y ahora se apiadan de ti y le gritan al guapetón que te deje, se ponen de tu parte porque, además, no pueden evitar admirar tu espíritu que no claudica e insiste en levantarse aún con la boca rota. Y luego de ese día, no será más piedad, sino que la admiración poco a poco abrirá el resquicio al respeto, a la comprensión, a la simpatía, a la confraternidad, a la cooperación. Pero todavía no. Luchar sigue siendo la otra cosa, repetida hasta el cansancio, cansancio que es el triunfo de quien le arrebató el significado a la palabra lucha. Ahora el otro todavía es un abusador, y te sigue dando y dando puño contra el suelo cada vez que te mueves o que intentas levantarte, y los que miran también te agreden, o son unos pusilánimes, que solo se atreverán a corear la victoria del abusador, nunca a identificarse con la víctima, por miedo a convertirse en víctimas ellos también de ese ser rabioso que solo quiere tener acólitos, súbditos, y que es capaz de amenazar incluso a los inocentes, familia, amigos, con tal de humillar y asustar aún más al que está en suelo, a los que están mirando… o a los que simplemente no miran, porque ya saben que eso no es una pelea, sino el acto de uno solo, donde todo está trucado de antemano (como dijo Prévert en su poema del combate contra el ángel). Y así, el peleador del piso también está solo, siempre ha estado solo. Condenado al ostracismo o al destierro. Aunque en ambos casos, dichos castigos, ostracismo y destierro, dichas palabras para designarlos, también designan otra cosa, al carecer del apropiado ideal de civilidad precedente, pues también este ideal, esta palabra, ha sido castrada. En consecuencia, el castigo que sobreviene al que está en el piso, al destruido pero jamás derrotado según el axioma heminwayano, ese castigo es algo más parecido a la jaula en la plaza pública del medioevo, porque lleva escarnio, movimientos vigilados a perpetuidad, ya que la culpa por haber luchado en la vieja y verdadera acepción de la palabra, que es siempre resistir al abusador, plantarle mente y cuerpo a la injusticia, ni expira ni se expía. Lo mismo en la isla que lejos de ella (en Miami especialmente) se ha construido una gran jaula en la mente colectiva de quienes habitan Cuba, una picota, una pasarela, a donde todavía se arrojan huevos, improperios, consignas, golpes. Por eso la mayoría aun volteamos la cara, nos alejamos de la palestra, apartamos, cómplices, nuestras vidas de esa pelea sucia. Por eso cambiamos el significado a las palabras, "luchando" cuando aceptamos que toda lucha que no esté al servicio de los poderosos “iluminados” está deslegitimada, llamando "enemigo", "mercenario", "contrarrevolucionario", "hipercrítico" a los que como preclaros doctores han predicho y denunciado el advenimiento de la decadencia de un pueblo, de un ideal de Patria, quitándoles con saña el mérito de auténticos luchadores, contingentemente desventurados. Y por eso, creyendo que nos salvamos frente al espejo, nos proclamamos luchadores nosotros, solo que a la manera de encantadas historias medievales, como solitarios héroes medievales, cada cual por su parte enfrentado contra las siete cabezas de un dragón que a cada mandoble se multiplican, tardos en comprender que la lucha en verdad comienza cuando nos atrevamos a arremeter todos juntos contra el podrido corazón.

pan y circo..... y política

La orientación economicista no es más que el socorrido Pan y Circo, la cual, de conjunto con la búsqueda de chivos expiatorios y la exaltación del Enemigo, sirven para apaciguar el malestar social que podría conducir a la rebelión, pacífica o no, contra quienes detentan el poder. Quienes implementan la idea de que con cambios económicos todo se resolverá, solo hacen ostentación de su maquiavelismo desenfrenado en aras de conservar sus elevadas jerarquías; quiénes les creen, de simpleza o indolencia supinas. ¿Acaso se olvida que ya se predicó en Galilea que no solo de pan vive el hombre; que quienes se alzaron en La Demajagua y el Moncada, vieron el hambre, pero no la padecieron, y fue la injusticia mayor, de fondo y de forma en el gobierno de los hombres, lo que los azuzó al combate; que igual pasó en Francia y en Norteamérica y al pie de los Andes? A estas alturas, lo que se necesita es una estrategia de anti-obsecuencia. Aún no son suficientes las voces, pero ya hay muchas, y crecerán, y al menos ahora existen determinadas posibilidades con los nuevos medios. La lucha por el futuro mejor para Cuba debe personalizarse, pues para quienes tienen el poder es una cuestión personal el demostrar su razón, su nobleza, su inteligencia, su entrega, como avales que legitiman su apoltronamiento como conductores de los destinos de un pueblo. Hay que llamarlos por sus nombres, recordarles su biografía no solo hasta el punto en que nos arrimaron a la luz, sino a partir del punto en que nos devolvieron la sombra, contradiciéndose y desdiciéndose, obsecuentes ellos también. Hay que revelar como tejieron sus redes de influencias, sus séquitos. Hay que apelar a la vergüenza que a estas alturas ya no han de tener, a las reglas del juego limpio, que hace que muchos hombres se echen a un lado cuando comprenden que otros podrían haberlo hecho mejor o de manera distinta. Que existen cotas morales para la rectificación, que en los juegos ad infinitum nadie nunca pierde, ni el bueno ni el malo, pero que en el lapso corto de las vidas de las gentes que hacen las naciones, nadie puede contar siempre con todo el tiempo, y llega la hora de reconocer los errores y caer y callar con ellos, que eso es lo humano, lo ético, lo responsable, lo decente. Como mismo los mecanismos de vigilancia del pensamiento y el valor siempre han atacado a personas, dando golpes bajo, asesinando caracteres y reputaciones, demos golpes altos, analizando la trayectoria de nuestros inefables cuadros, sus decisiones, la ejecución de sus funciones, las decisiones que han defendido y luego han tenido que deshacer. Y pregonemos anti-obsecuencia, en las reuniones del partido y de la ujc, y sobre todo del poder popular. Divorciémonos de los mismos candidatos de siempre, juguemos al espíritu de contradicción, despertemos al ángel de la jiribilla, del que habló el poeta, que duerme en cada cubano. No nos baste la ironía, el cuento, el choteo. Pasemos a la acción. Si dicen pulover blanco, llevemos todos pulover negro. Profundos análisis económicos no llevarán a ninguno de los jefes a cuestionarse el puesto que ocupan. Ni el Moncada ni la Demajagua se lograron con argumentos que no apelaran a las bases de la verguenza y el patriotismo y a los altos ideales de los seres humanos. En otras latitudes, procesos como la transición poscolonial India, post Apartheid en Sudafrica, postSovietica en la URSS, etc, se lograron porque los lideres «tradicionales» de alguna manera sintieron la injusticia del rol que representaban, porque fueron permeados por ideales más justos, porque se convencieron de la injusticia de los que habían intentado defender.

lo que me duele

 Ahora que vivo en USA, más convencido que nunca estoy de las virtudes de lo que la Revolución inauguró para Cuba.

Lo que me duele es que, 1) por insistencia de quienes se consideraron iluminados para siempre, dueños del absoluto derecho para imponer sus razones, en nombre de un bien mayor pisoteando las bases de la dignidad humana individual y abortando todas las vías para la evolución de las ideas, la cual no es posible sin franco intercambio y concertación de voluntades, 2) y por obsecuencia y complicidad de quienes faltos de sentido común, o por simple desvirtuado amor, facilismo, cobardía, u oportunismo, cómplices en el silenciamiento de las opiniones disonantes y en la adulteración de los derechos, la perversión de los medios y la distorsión de los fines;

lo que me duele es que esa posibilidad de realización  de un proyecto país, de un sueño compartido de nación, sembrado en nuestras conciencias y encarnado en realidades mediante prédica infatigable a la que no ha faltado belleza ni sabiduría, y mediante lucha pletórica de heroísmo, que esa posibilidad se corrompa, se haya corrompido, y se nos aleje, o se nos torne muy difícil si no imposible en lo mediato, por la newtoniana reacción que sobreviene contra la alineación forzosa de vectores, llámesele curarse del espanto, cinismo o desesperanza.

Me duelen las voces clamando solas en el desierto, en el desierto de la historia, y en el desierto de un tiempo adverso para la razón crítica, alertando, señalando, advirtiendo en vano, para solo recibir ignominia, castigo. Me duele este tiempo donde sobreviene la confusión, donde se mezcla lo que sirve con lo que no sirve, por el simple hecho de que todo fue servido en el mismo plato y por las mismas manos. Cada vez se tornará más difícil separar la paja del grano, y es muy probable que aventemos junto con el dolor al corazón, y con el engaño a la inocencia.  

biología, realismo mágico y voces proféticas

Es una excelente catarsis este artículo (https://jovencuba.com/2020/08/03/la-verguenza/). 

El yo que yo era hace muchos años se siente plenamente identificado en él. Repito esta anécdota: teatro del hospital Fructuoso Rodríguez, allá por el 2012 o 2013 militantes de los hospitales del cinturón de El Príncipe, figuras del buró del PCC de Plaza de la Revolución, una economista explicando los lineamientos como me imagino se explicaría la Biblia en el siglo XII o XIII, "este pendiente, este implementado, este implementándose"; cuando se da la oportunidad de intervenir pregunto "¿y para cuándo veremos los resultados, cuándo nos volveremos a reunir para dictaminar si sirven o no, cuándo volverá a ocurrir un proceso de consulta nacional para evaluar los resultados?". Fue un agrio momento, la economista entre otros absurdos justificativos dijo que los economistas no eran meteorólogos, que ellos no hacían pronósticos. No fui del todo aislado pues un prestigioso Doctor de una generación autorizada (yo estaba en los 30ypico entonces, se levantó a defender la posibilidad de que los jóvenes viésemos las cosas de manera diferente. Era mi duda legítima, ¿cuánto tiempo tendría que pasar esta vez para que se decidiera que habría que volver a rectificar, que más allá del lineamiento 200 harían falta 300 más?

El tiempo político en Cuba se ha vuelto dilatado y dilatable, es el vicio de la costumbre, de vivir sin contestación. Con el periodismo, con los intelectuales, con los análisis, se manifiesta también esta lentitud, en empezar a señalar al mal cuando ya no tiene remedio. Las voces autorizadas necesitan dosis muy altas de evidencia para decidirse a denostar, a expresar un malestar que ya otros más pedestremente habrían avizorado con suficiente antelación. Este es un artículo, como muchos otros, certero pero postrimero, y pido disculpas si parece que intento demeritar a la autora, no es la intención. Solo pretendo llamar la atención sobre un patrón mayor que creo entrever, y el presente artículo me sirve de ejemplo. Claro, comprendo que ahora es posible publicar, hacer circular, ciertos posicionamientos y opiniones que antes habrían costado ostracismo y hasta cárcel. Pero si se continúa actuando en el mismo "tempo" que nuestros políticos, si como ellos, se hace "reacción" a circunstancias externas, activados solo tras el empellón de la realidad, tendremos hermosos análisis de las ventanas endebles después que las haya arrancado el huracán. Siempre se puede decir que es para que no pase otra vez: pero en las vidas de los seres y los pueblos hay circunstancias que no se repiten nunca. Nunca se muere dos veces. Los pueblos condenados a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la faz de la tierra.

La historia de Macondo, de las gentes que lo fundan y lo pueblan, tiene también una lectura política. El caserío se desarrolla como esqueje de una historia mayor, de la cual se convierte en símbolo, poder simbólico que es realzado por su aislamiento geográfico tanto como por su reclusión genética. Sin la voluntad del pueblo y de su gente de convertirse en otra cosa, sin la voluntad explícita de perdurar (solo durando) y asumir todas las acciones que eso conlleva, incluido el respeto al anatema y la voz de los profetas, demasiado satisfechos en sus macondianas esencias y presencia, se cumple un recorrido circular, donde obviamente, el fin ya estaba en el principio, y lo que se escribe y describe apenas alcanza a ocurrir simultáneamente con la decadencia y disolución de gentes, pueblo e historia.

Un grupo humano lo suficiente numeroso como para que el apareamiento garantice que los genes pasen a las generaciones sucesivas casi de modo aleatorio, en el que no actúan fuerzas “espurias” de selección, como las migraciones, que inyectan o extraen individuos poseedores de características específicas, será diverso, heterogéneo, en múltiples grupos de rasgos, por ejemplo, los grupos sanguíneos, la susceptibilidad a determinadas enfermedades, las dimensiones corporales. En cuanto al temperamento, el carácter, la personalidad, también son en mayor o menor grado, influidos por la genética. Así como hay rositas de maíz que o bien por su posición en la sartén o por características intrínsecas, saltan primero, hay individuos que en el grupo reaccionan primero y más vehementemente a determinadas circunstancias del entorno social. La evolución ha perpetuado, sin llevarles a la extinción, a toda una gama de caracteres “especiales” que tienen utilidad para la supervivencia del grupo, aunque resulten incómodos para quienes los poseen. Están aquellos a los que el más pequeño cambio les resulta una amenaza, los que por naturaleza son más dados a cuestionar la autoridad, quienes fantasean… y también sus antónimos superlativos. Si se instauran mecanismos de coerción para que dichos individuos sean silenciados o salgan del grupo se pone en peligro el equilibrio grupal, comprometiendo su capacidad adaptativa. Primero ocurre un desbalance, pues predominarán, sin contrapeso, las conductas opuestas (si seguimos el ejemplo de líneas arriba los confiados, los serviles y los pragmáticos) y segundo, se estarían eliminando determinados genes de la población que a largo plazo harían menos probable la conservación de las características reprimidas (por supuesto que un golpe de dados -cargados- no abolirá el azar).

Lo cierto es que, tanto por realismo mágico, por leyes de la biología, o por pura y simple agudeza, siempre ha habido quienes han avizorado los lodos que nuestras aguas habrían de traer, quienes han sido proféticos en su decir y virtuosos en su hacer. Paulatinamente se va dando, se irá dando, la convergencia hacia esos clamores que no hallaron el momento dispuesto oportunamente para ellos, ni los oídos valientemente cercanos para escucharlos. Dada la nueva oportunidad, la nueva circunstancia, va siendo hora de reconocer que muy poco de nuevo podría tener cualquier análisis, puesto que permanecen casi idénticas las causas de los problemas, las maneras en que se arman y manifiestan los entuertos. Es la hora de proclamar las posibles soluciones, que también han sido esbozadas, adelantándonos a otro periodo de repeticiones y desaciertos que cada vez dejan más exhausta la nación, desbandada en antagonismos cuya meta parece ser alcanzar la ulterior razón y no la ruptura de la trama circular que nos aboca a la extinción, castigados por haber tenido la más bella utopía sobre la faz de la tierra.

En el artículo de LJC, con una buena parte del cual una buena buena parte de los cubanos podría sentirse identificada desde hace muchos años, la autora al concluir proclama:«ni viví de remesas familiares (en la crisis de los 90, aclaración de IAH), hoy tampoco lo haré. Por nada del mundo viviré en Cuba con los dólares de mi familia emigrada. Es una cuestión de dignidad y vergüenza». El artículo ha sido ampliamente celebrado, aparentemente cumple la regla de la cal y la arena, no es la voz de un disidente, de alguien al servicio del "enemigo". Mi pregunta es ¿si todos los cubanos que vive en la isla y tienen familia en el extranjero asumieran esa actitud de "dignidad y vergüenza", acaso no sería el resultado el mismo que si los emigrados y exiliados decidieran no enviar más remesas? La idea de restringir el envío de remesas que preconizan algunos de los líderes en la comunidad cubana en la emigración también, para estos, tiene un fundamento de dignidad y vergüenza, acaso más profundo que los de la autora, en cuanto muchos fueron víctimas directas de atropellos. Este es también un caso de doble rasero y de posible convergencia a ambos lados del océano. De una u otra manera, desde el compromiso y desde la postura que abjura de él, se ha llegado a planteamientos parecidos, porque la circunstancia es la misma y las causas han sido invariables. Solo que aun muchos prefieren hacer la vista gorda y seguir aplaudiendo lo que se grita desde un calvario y negarle mérito a lo que desde la otra ladera del mismo monte se reclama. Los hermanos de la autora del texto de LJC, decidieron emigrar. Aunque la autora cree no hacerlo, indirectamente los juzga, son usados para exponer la opción facilista del que decide salirse del juego a que el gobierno revolucionario convoca. Pero no se trata, de la decisión de todos en ambos casos, irse o quedarse, de una selección totalmente libre de consecuencias puramente espirituales. Algo más profundo también informa y es conformado a partir de la disyuntiva que cada cual resuelve a su manera. Por diferencias de caracteres, de ciertas circunstancias, unas rositas saltaron primero que otras en la sartén, unos tenían que esperar 30 años para la catarsis, para pedir razones públicamente, y otros menos. Ella esperó a la apertura de la mano férrea controladora del pensamiento y su expresión, en un espacio aún singular y azaroso, sin garantía de resultados, mientras los otros escogieron un camino obvio o explorado, de resultados quasi-seguros, para expresar el mismo malestar. Si se sigue premiando el camino lento, la opción discreta, el aplaudido compromiso, el ciclo se hará aún más largo, y el daño irrestañable, un efecto que también fue potenciado mientras se continuó estimulando o permitiendo la salida de cubanos, sobre todo esos más incómodos para el régimen en los momentos más álgidos, desterrando selectivamente los temperamentos, caracteres, "inflamables", menos dispuestos al silencio, la aceptación, la relativización o la adaptación a las condiciones de vida bajo el autoritarismo, también necesarios para el equilibrio social y la evolución del grupo.