martes, 11 de agosto de 2020

biología, realismo mágico y voces proféticas

Es una excelente catarsis este artículo (https://jovencuba.com/2020/08/03/la-verguenza/). 

El yo que yo era hace muchos años se siente plenamente identificado en él. Repito esta anécdota: teatro del hospital Fructuoso Rodríguez, allá por el 2012 o 2013 militantes de los hospitales del cinturón de El Príncipe, figuras del buró del PCC de Plaza de la Revolución, una economista explicando los lineamientos como me imagino se explicaría la Biblia en el siglo XII o XIII, "este pendiente, este implementado, este implementándose"; cuando se da la oportunidad de intervenir pregunto "¿y para cuándo veremos los resultados, cuándo nos volveremos a reunir para dictaminar si sirven o no, cuándo volverá a ocurrir un proceso de consulta nacional para evaluar los resultados?". Fue un agrio momento, la economista entre otros absurdos justificativos dijo que los economistas no eran meteorólogos, que ellos no hacían pronósticos. No fui del todo aislado pues un prestigioso Doctor de una generación autorizada (yo estaba en los 30ypico entonces, se levantó a defender la posibilidad de que los jóvenes viésemos las cosas de manera diferente. Era mi duda legítima, ¿cuánto tiempo tendría que pasar esta vez para que se decidiera que habría que volver a rectificar, que más allá del lineamiento 200 harían falta 300 más?

El tiempo político en Cuba se ha vuelto dilatado y dilatable, es el vicio de la costumbre, de vivir sin contestación. Con el periodismo, con los intelectuales, con los análisis, se manifiesta también esta lentitud, en empezar a señalar al mal cuando ya no tiene remedio. Las voces autorizadas necesitan dosis muy altas de evidencia para decidirse a denostar, a expresar un malestar que ya otros más pedestremente habrían avizorado con suficiente antelación. Este es un artículo, como muchos otros, certero pero postrimero, y pido disculpas si parece que intento demeritar a la autora, no es la intención. Solo pretendo llamar la atención sobre un patrón mayor que creo entrever, y el presente artículo me sirve de ejemplo. Claro, comprendo que ahora es posible publicar, hacer circular, ciertos posicionamientos y opiniones que antes habrían costado ostracismo y hasta cárcel. Pero si se continúa actuando en el mismo "tempo" que nuestros políticos, si como ellos, se hace "reacción" a circunstancias externas, activados solo tras el empellón de la realidad, tendremos hermosos análisis de las ventanas endebles después que las haya arrancado el huracán. Siempre se puede decir que es para que no pase otra vez: pero en las vidas de los seres y los pueblos hay circunstancias que no se repiten nunca. Nunca se muere dos veces. Los pueblos condenados a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la faz de la tierra.

La historia de Macondo, de las gentes que lo fundan y lo pueblan, tiene también una lectura política. El caserío se desarrolla como esqueje de una historia mayor, de la cual se convierte en símbolo, poder simbólico que es realzado por su aislamiento geográfico tanto como por su reclusión genética. Sin la voluntad del pueblo y de su gente de convertirse en otra cosa, sin la voluntad explícita de perdurar (solo durando) y asumir todas las acciones que eso conlleva, incluido el respeto al anatema y la voz de los profetas, demasiado satisfechos en sus macondianas esencias y presencia, se cumple un recorrido circular, donde obviamente, el fin ya estaba en el principio, y lo que se escribe y describe apenas alcanza a ocurrir simultáneamente con la decadencia y disolución de gentes, pueblo e historia.

Un grupo humano lo suficiente numeroso como para que el apareamiento garantice que los genes pasen a las generaciones sucesivas casi de modo aleatorio, en el que no actúan fuerzas “espurias” de selección, como las migraciones, que inyectan o extraen individuos poseedores de características específicas, será diverso, heterogéneo, en múltiples grupos de rasgos, por ejemplo, los grupos sanguíneos, la susceptibilidad a determinadas enfermedades, las dimensiones corporales. En cuanto al temperamento, el carácter, la personalidad, también son en mayor o menor grado, influidos por la genética. Así como hay rositas de maíz que o bien por su posición en la sartén o por características intrínsecas, saltan primero, hay individuos que en el grupo reaccionan primero y más vehementemente a determinadas circunstancias del entorno social. La evolución ha perpetuado, sin llevarles a la extinción, a toda una gama de caracteres “especiales” que tienen utilidad para la supervivencia del grupo, aunque resulten incómodos para quienes los poseen. Están aquellos a los que el más pequeño cambio les resulta una amenaza, los que por naturaleza son más dados a cuestionar la autoridad, quienes fantasean… y también sus antónimos superlativos. Si se instauran mecanismos de coerción para que dichos individuos sean silenciados o salgan del grupo se pone en peligro el equilibrio grupal, comprometiendo su capacidad adaptativa. Primero ocurre un desbalance, pues predominarán, sin contrapeso, las conductas opuestas (si seguimos el ejemplo de líneas arriba los confiados, los serviles y los pragmáticos) y segundo, se estarían eliminando determinados genes de la población que a largo plazo harían menos probable la conservación de las características reprimidas (por supuesto que un golpe de dados -cargados- no abolirá el azar).

Lo cierto es que, tanto por realismo mágico, por leyes de la biología, o por pura y simple agudeza, siempre ha habido quienes han avizorado los lodos que nuestras aguas habrían de traer, quienes han sido proféticos en su decir y virtuosos en su hacer. Paulatinamente se va dando, se irá dando, la convergencia hacia esos clamores que no hallaron el momento dispuesto oportunamente para ellos, ni los oídos valientemente cercanos para escucharlos. Dada la nueva oportunidad, la nueva circunstancia, va siendo hora de reconocer que muy poco de nuevo podría tener cualquier análisis, puesto que permanecen casi idénticas las causas de los problemas, las maneras en que se arman y manifiestan los entuertos. Es la hora de proclamar las posibles soluciones, que también han sido esbozadas, adelantándonos a otro periodo de repeticiones y desaciertos que cada vez dejan más exhausta la nación, desbandada en antagonismos cuya meta parece ser alcanzar la ulterior razón y no la ruptura de la trama circular que nos aboca a la extinción, castigados por haber tenido la más bella utopía sobre la faz de la tierra.

En el artículo de LJC, con una buena parte del cual una buena buena parte de los cubanos podría sentirse identificada desde hace muchos años, la autora al concluir proclama:«ni viví de remesas familiares (en la crisis de los 90, aclaración de IAH), hoy tampoco lo haré. Por nada del mundo viviré en Cuba con los dólares de mi familia emigrada. Es una cuestión de dignidad y vergüenza». El artículo ha sido ampliamente celebrado, aparentemente cumple la regla de la cal y la arena, no es la voz de un disidente, de alguien al servicio del "enemigo". Mi pregunta es ¿si todos los cubanos que vive en la isla y tienen familia en el extranjero asumieran esa actitud de "dignidad y vergüenza", acaso no sería el resultado el mismo que si los emigrados y exiliados decidieran no enviar más remesas? La idea de restringir el envío de remesas que preconizan algunos de los líderes en la comunidad cubana en la emigración también, para estos, tiene un fundamento de dignidad y vergüenza, acaso más profundo que los de la autora, en cuanto muchos fueron víctimas directas de atropellos. Este es también un caso de doble rasero y de posible convergencia a ambos lados del océano. De una u otra manera, desde el compromiso y desde la postura que abjura de él, se ha llegado a planteamientos parecidos, porque la circunstancia es la misma y las causas han sido invariables. Solo que aun muchos prefieren hacer la vista gorda y seguir aplaudiendo lo que se grita desde un calvario y negarle mérito a lo que desde la otra ladera del mismo monte se reclama. Los hermanos de la autora del texto de LJC, decidieron emigrar. Aunque la autora cree no hacerlo, indirectamente los juzga, son usados para exponer la opción facilista del que decide salirse del juego a que el gobierno revolucionario convoca. Pero no se trata, de la decisión de todos en ambos casos, irse o quedarse, de una selección totalmente libre de consecuencias puramente espirituales. Algo más profundo también informa y es conformado a partir de la disyuntiva que cada cual resuelve a su manera. Por diferencias de caracteres, de ciertas circunstancias, unas rositas saltaron primero que otras en la sartén, unos tenían que esperar 30 años para la catarsis, para pedir razones públicamente, y otros menos. Ella esperó a la apertura de la mano férrea controladora del pensamiento y su expresión, en un espacio aún singular y azaroso, sin garantía de resultados, mientras los otros escogieron un camino obvio o explorado, de resultados quasi-seguros, para expresar el mismo malestar. Si se sigue premiando el camino lento, la opción discreta, el aplaudido compromiso, el ciclo se hará aún más largo, y el daño irrestañable, un efecto que también fue potenciado mientras se continuó estimulando o permitiendo la salida de cubanos, sobre todo esos más incómodos para el régimen en los momentos más álgidos, desterrando selectivamente los temperamentos, caracteres, "inflamables", menos dispuestos al silencio, la aceptación, la relativización o la adaptación a las condiciones de vida bajo el autoritarismo, también necesarios para el equilibrio social y la evolución del grupo. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario