Ahora que vivo en USA, más convencido que nunca estoy de las virtudes de lo que la Revolución inauguró para Cuba.
Lo que me duele
es que, 1) por insistencia de quienes se consideraron iluminados para siempre, dueños
del absoluto derecho para imponer sus razones, en nombre de un bien mayor pisoteando
las bases de la dignidad humana individual y abortando todas las vías para la evolución
de las ideas, la cual no es posible sin franco intercambio y concertación de
voluntades, 2) y por obsecuencia y complicidad de quienes faltos de sentido común,
o por simple desvirtuado amor, facilismo, cobardía, u oportunismo, cómplices en
el silenciamiento de las opiniones disonantes y en la adulteración de los
derechos, la perversión de los medios y la distorsión de los fines;
lo que me duele es
que esa posibilidad de realización de un
proyecto país, de un sueño compartido de nación, sembrado en nuestras
conciencias y encarnado en realidades mediante prédica infatigable a la que no
ha faltado belleza ni sabiduría, y mediante lucha pletórica de heroísmo, que
esa posibilidad se corrompa, se haya corrompido, y se nos aleje, o se nos torne
muy difícil si no imposible en lo mediato, por la newtoniana reacción que
sobreviene contra la alineación forzosa de vectores, llámesele curarse del
espanto, cinismo o desesperanza.
Me duelen las
voces clamando solas en el desierto, en el desierto de la historia, y en el desierto
de un tiempo adverso para la razón crítica, alertando, señalando, advirtiendo
en vano, para solo recibir ignominia, castigo. Me duele este tiempo donde
sobreviene la confusión, donde se mezcla lo que sirve con lo que no sirve, por
el simple hecho de que todo fue servido en el mismo plato y por las mismas
manos. Cada vez se tornará más difícil separar la paja del grano, y es muy
probable que aventemos junto con el dolor al corazón, y con el engaño a la
inocencia.
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