Francisco: Ahí hay cuatro principios políticos que a mí me ayudan, no solo para esto sino incluso para resolver cosas de la Iglesia. Cuatro principios que son filosóficos, políticos o sociales, lo que quieras. Los voy a mencionar: "La realidad es superior a la idea", o sea, cuando te vas por los idealismos, perdiste; es la realidad, tocar la realidad. "El todo es superior a la parte", es decir, buscar siempre la unidad del todo. "La unidad es superior al conflicto", o sea, cuando privilegiás los conflictos, dañás la unidad. "El tiempo es superior al espacio", fijate que los imperialismos siempre buscan ocupar espacios y la grandeza de los pueblos es iniciar procesos. Estos cuatro principios siempre me ayudaron para entender a un país, a una cultura o a la Iglesia. Son principios humanos, de integración. Y hay otros principios que son más ideológicos, de desintegración. Pero reflexionar sobre esos cuatro principios ayuda mucho. (https://www.telam.com.ar/entrevista-papa-francisco)
viernes, 15 de julio de 2022
Francisco dijo
Francisco: Ahí hay cuatro principios políticos que a mí me ayudan, no solo para esto sino incluso para resolver cosas de la Iglesia. Cuatro principios que son filosóficos, políticos o sociales, lo que quieras. Los voy a mencionar: "La realidad es superior a la idea", o sea, cuando te vas por los idealismos, perdiste; es la realidad, tocar la realidad. "El todo es superior a la parte", es decir, buscar siempre la unidad del todo. "La unidad es superior al conflicto", o sea, cuando privilegiás los conflictos, dañás la unidad. "El tiempo es superior al espacio", fijate que los imperialismos siempre buscan ocupar espacios y la grandeza de los pueblos es iniciar procesos. Estos cuatro principios siempre me ayudaron para entender a un país, a una cultura o a la Iglesia. Son principios humanos, de integración. Y hay otros principios que son más ideológicos, de desintegración. Pero reflexionar sobre esos cuatro principios ayuda mucho. (https://www.telam.com.ar/entrevista-papa-francisco)
pikketiando
Piketty concluye su introducción al libro con los siguientes párrafos: "En suma, dos escollos simétricos deben ser evitados: uno consiste en negar el papel de la lucha y de las relaciones de poder en la historia de la igualdad. El otro consiste, por el contrario, en santificar y negar la importancia de los resultados políticos e institucionales, a la par que a las ideas e ideologías partícipes en su elaboración. (...) El experimento del comunismo soviético (...) perfectamente ilustra estos dos escollos. Por una parte, fueron en verdad las relaciones de poder y luchas sociales intensas, las que permitieron a los revolucionarios bolcheviques, reemplazar al regimen zarista con el primer estado proletario en la historia, un estado que inicialmente alcanzó considerables avances en educación, salud pública e industria, a la misma vez que hizo una contribución capital a la victoria sobre sobre el nazismo. Sin la presión de la Unión Soviética y del movimiento comunista internacional, no es de ninguna manera cierto que las clases propietarias occidentales habrían aceptado la Seguridad Social e impuestos progresivos sobre las ganancias, descolonización y derechos civiles. Por la otra parte, la santificación de las relaciones de poder y la certidumbre bolchevique de que ellos conocían la verdad última en relación con instituciones equitativas, condujo al desastre totalitario que presenciamos. Los arreglos institucionales actuantes (un partido político único, centralización burocrática, propiedad estatal hegemónica, y rechazo de la propiedad cooperativa, elecciones, sindicalizaciones, etc) clamaban ser mas emancipatorios que las instituciones burguesas o socialdemócratas. Dichas instituciones condujeron a niveles de opresión y encarcelamiento que desacreditaron al regimen y finamente causaron su caida, a la par que contribuyeron a la emergencia de una nueva forma de hipercapitalismo."
el juego
golpes
En política siempre ha habido perdedores y ganadores, y el devenir político pudiera mostrarse a través de la sucesión de múltiples mecanismos de ‘arbitraje’ para decidir quién gana o pierde el poder (destreza en la caza, favor de dios, guerras, sucesiones y linajes, votaciones, popularidad), mecanismos de arbitraje que han sido, durante milenios, sujetos de las más furibundas contiendas antes de que fuese seleccionado (al parecer) ese que llamamos democracia.
Pero la democracia no es solo eso, mecanismo de arbitraje para dirimir cual idea gana o pierde, qué personas detrás de las ideas serán vitoreadas en la palestra o saldrán abucheadas por el fondo, sino que sirve para acotar, delimitar, el espacio de acción de determinados poderes, y así balancear entre distintas manos esa brasa ardiente. La democracia no tanto como un ejercicio de toma conjunta de decisiones, de comprometimiento, representación e identificación grupal, sino como un mecanismo de rotación de poderes, donde ningún grupo queda del todo desahuciado, sino que quienes detentan un poder saben, han aceptado, que no es para siempre, y que quienes han perdido ese poder, también saben, confían, en que no han sido descartados del todo, no se les despoja de la esperanza de voltear el viento a su favor algún día, no se les arrebata el derecho a una lucha legítima para alcanzarlo. Y ese mecanismo, esa posibilidad de balance, esa necesidad de no ser siempre y para siempre perdedor, es esencial a la naturaleza humana. Incluso a la naturaleza. Si una especie evoluciona y se ubica por encima de otras en la cadena trófica, eso no la hace omnipotente, no la hace regodearse en tal victoria, como vicioso rey. Simplemente ha sido ocupado un nicho vacante en una ecología determinada cuya armonía sería imposible sin la existencia del resto de las especies. ¿No pastan las gacelas a la vera de los leones de algún modo sabiendo que solo es peligrosa el hambre?
Esa posibilidad de balance, de saber que quien pierde hoy podrá ganar mañana y viceversa, es esencial por la simple razón de que la psicología del homo sapiens, base de la conducta social humana (e interactuante con esta en varias escalas, todas contenidas en esa gran interfaz que llamamos cultura) tiene un anclaje biológico, también evolutivamente determinado. Y esa evolución es simplemente una lucha, tanto en el plano inmanente como en el plano trascendente (para decirlo con términos un poco lezamianos). Una lucha mientras se vive, para sobrevivir y poderse aparear y reproducir (cuerpos, conductas); y una lucha después que se vive, para si se quiere, sobremorir, persistiendo en la descendencia no solo a través de la reedición de formas y funciones comunes a la especie, y particulares del individuo, sino además como seres con identidad, historias, memorias, valores que querríamos ver replicados, redivivos. Y de esos imperativos no está exento nadie.
Se han acumulado hallazgos científicos suficientes para sustentar que los valores son parcialmente determinados biológicamente. Por ejemplo, se sabe que existe un mecanismo neurológico dependiente de circuitos que utilizan el neurotransmisor serotonina, cuya función es determinar qué posición, rango, estatus, ocupa el individuo en el grupo, y subyace al establecimiento de grupos jerárquicamente organizados. A más alto estatus, estos circuitos neurales incrementan el nivel de serotonina induciendo así más emociones positivas y disminuyendo las negativas. Por eso comporta tanta dificultad y tiene repercusiones adversas en los individuos el intento de sofocar, culturalmente (mediante presión social a través de educación, leyes, moralidad…), determinados valores humanos relacionados con la competitividad y el alcance de estatus (profesional, intelectual, económico, social, político…). Esas conductas, al parecer las llevamos profundamente incrustados en nuestros cerebros luego de millones de años de evolución, y sigue ahí porque han resultado ventajosas para la sobrevivencia de las especies. Frustrar la posible jerarquización de los individuos a partir de sus resultados-logros-triunfos-ganancias mediante la igualación forzosa (el igualitarismo), despojar a las personas de su capacidad para luchar por su autoafirmación (de sus ideas, su conciencia, su visión política), termina por desestructurar al grupo humano.
La disonancia de emociones entre quien alcanza el estatus superior, y quienes fracasan en el intento, se hace mayor cuanto mayores y arbitrarias son las diferencias de estatus. Cuando se obtiene una posición de mayor valencia jerárquica no a través de justa competencia, sino por influencias azarosas, los que resultan relegados reiteradamente por la exposición repetida a dichas circunstancias injustas, caen en el marasmo de la desesperanza aprendida, lo que coloquialmente se traduce en colgar los guantes, flotar, no coger ninguna lucha. Los aupados en esta repartición, son recompensados con una ducha de emociones positivas que lo reafirman como individuo. Uno y otro terminarán juzgando equivocadamente el proceso, desde los polos en que uno se sentirá maldito por la circunstancia y el otro un elegido sin nada que justificar. A la corta o a la larga, la vida se torna falta de sentido sin la capacidad de afirmar estos valores medulares, y se incrementa la polarización entre los individuos y los grupos. Despojar a personas o grupos de vías legítimas de acción que den cauce a esta necesidad vital de autoafirmación es un potente generador de descontento, y entre los miembros del grupo aparecerán individuos que, en lugar de reaccionar con inacción, se movilizaran, aun escogiendo cauces que implican peligro vital, sanción moral, ostracismo social, etc. Es solo cuestión de tiempo llegar a este estado dentro de un grupo donde se dan las premisas. El tiempo que demore lo biológico en expresarse en lo social. Me gustó esta frase de Víctor Hugo que parece resumirlo: No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo.
Cuando ese tiempo ha llegado, las influencias externas al grupo, pudiesen hallar resonancia dentro de este con más facilidad. Un suave toquecito se puede amplificar. ¿Acaso no fueron las ideas de la revolución francesa y de la revolución americana las que resonaron en los patriotas del XIX? ¿No fueron las ideas de la revolución bolchevique las que resonaron a través del XX? ¿Por qué en el XXI no pueden resonar también ideas? ¿Se acabó la historia? Es como si quienes proclaman el fin de la historia fuesen aquellos que tanto se han opuesto (mal leyendo) a Fukuyama. Cualquier grupo cuyos reclamos entronquen con rasgos fundamentales de la naturaleza humana, más temprano o más tarde actuará en pos de sus ideas, y esas ideas se diseminarán y fortalecerán en torneo justo o injusto con otras ideas. Mientras más injusto sea dicho torneo, más probablemente se asociará la idea de justicia con las ideas reprimidas.
No se pude estructurar una sociedad para que no fluyan e influyan las ideas externas. Una vez que las ideas fluyen e influyen, no se puede estructurar una sociedad para mediante la coerción, limitar continuamente al grupo influido e influenciable por dichas ideas, sin tener como justificación una crítica razonada, axiomática, no susceptible de polémica, de dichas ideas, sino que la crítica tiene como sustento fundamental la simple oposición al origen de dichas ideas. Gene el Afilado no fue para nada innovador en su Pedal, recogió y le puso un nombrecito a lo que ya estaba desde milenios en el aire, desde que los procuradores romanos sembraban la discordia entre judíos (un ejemplo acaso), nombre a lo que ahora es mucho más fácil de orquestar con el sustento tecnológico de la globalización. No basta que algo venga del enemigo para que sea malo: habría que renunciar a demasiado libro, herramienta, medicamento, etc, que son buenos. Como mismo que algo venga del amigo no por ello resultará un bien de calidad. ¿No nos sobran de esto los ejemplos?
en el umbral
A Fina García Marruz, en su muerte
Estás allí, al
umbral, donde la luz,
nos cegará y la
sombra suave cede,
donde el polvo
suspenso su oro puede
mostrar, y el
pecho alivia de su cruz.
Estás allí, en la
verja a contraluz
del jardín que
soñaste tantas veces,
y tus manos
delgadas las ofreces
al jardinero
apuesto, el buen Jesús.
Estás allí,
dormida filigrana
que el Verbo
traza en apariencia humana
repitiendo su eterno lee: cree.
Otra vida que
nace a la Poesía,
es apenas tu casa
quien se enfría,
y tu tiempo saciado quien se muere.
de economía, poder, y valores
A proposito de una entrada en OtraCita y algo que posteó Giordan:
tomo de
referencia en tu post, el inciso c) ... "para resolver los complejos
problemas que hemos acumulado, precisamente, durante los últimos 20 años",
para hipotetizar que hace más de 20, cuando yo era un estudiante de cuarto año
de medicina y vicepresidente de la FEU del Instituto, y el actual presidente de
Cuba primer secretario del PCC en Villa Clara, que ya entonces mi respuesta a
tus preguntas hubiera sido No (al cuadrado), como creo habría sido No también
la de casi todos los que participábamos en aquellas reuniones con Diaz Canel.
Los último 20 años se han sedimentado sobro otras décadas que, si bien tuvieron
fortalezas, ya tenían corroídos algunos puntales de su arquitectura. Mencionaré algunos pilares enclenques según
mis consideraciones de entonces, avaladas por el hecho de haberla visto
expresada de mejores y más publicas maneras con el paso de todos estos 20 años.
Puntualizo que no hablaré de Economía, soy un neófito en la materia, como casi
todos los cubanos que no habían cursado una carrera universitaria o estudio en
ramas afines, pues hasta 12 grado era una materia ausente de los planes de
estudio. Quizás ahí empieza el problema de la Economía, y este que menciono no
es un problema económico, sino de valores (tonterías mías, como si la economía
no se encargara precisamente de valores): las carreras de Economía y
Contabilidad quedaban bien relegadas en las escalas de preferencia de los
futuros universitarios. En aquellos años 90 y milenaristas no salían
economistas por televisión o a sotto voce, los destinos de Cuba no parecían tan
pendientes de sagacidad mercantil, fiscalización contable o pertinencia
financiera, sino que todo había funcionado más o menos bien como por
inspiración. De ahí que dichas carreras se asociaban con oficios-empleos poco
codiciados: mira tú cuan diferentes llegamos a ser de los capitalistas,
nuestros mejores estudiantes querían ser médicos, periodistas, ingenieros,
estudiantes de lenguas (estas carreras cerraban con los promedios más altos) nunca
banqueros, ni CEO, ni corredores de bolsa, o gerentes profesionales o
especialistas de negocios; y Economía y Contabilidad eran casi siempre ocupadas
por decantación, cuando el puntaje no alcanzaba para las primeras opciones.
Tuve la oportunidad de conocer una economista, seguramente graduada de los 80 o
90 (ya esta anécdota la puse una vez aquí) que en una reunión con los
secretarios de los núcleos del municipio Plaza daba una misa sobre los
lineamientos, allá por el 2012 ó 2013. En esa reunión me atreví a decir, yo el más
joven de la cofradía, que no necesitaba que me explicaran la letra de los
lineamientos, cuál ya estaba cumplido, y cual parecía posible de cumplir, sino
cuándo se verían los resultados de la aplicación de los lineamientos, que
pronóstico hacían los economistas al respecto, para saber cuándo tendríamos que
volvernos a reunir para decidir si habían servido o no, y si no habían servido,
pues promulgar otros. Ella no podría haberme respondido de una manera más
tajante: los economistas no estamos para hacer pronósticos, de eso se ocupan
los meteorólogos. Varios funcionarios se ensañaron conmigo, esa saña siempre ha
sido vieja conocida mía, y valga la repetición, un viejo doctor saltó en mi
defensa, en la defensa de la juventud y su derecho a pensar y expresarse de
otra(s) manera(s). Aquí ejemplifiqué dos pilares rotos, blanditos, desde hace
más de 20 años: políticos (políticas) que no prometen, y como no prometen no se
comprometen, y nadie sabe si cumplen, y como no queda en evidencia que
incumplen, se mantienen por demasiado tiempo. Y el otro, el rechazo, desde el
poder político, al recurso de la diferencia. Esto último asume formas diversas,
pero termina produciendo siempre el mismo resultado, tiene un fin particular:
hacer más fácil y por consiguiente más duradero, estable, el ejercicio del
poder. Produce una homogeneización de los decisores e instituciones políticas
como estado previo a este facilismo. De aquellos que asistíamos a las reuniones
con Diaz-Canel (así nos referíamos siempre a él) y ya hablábamos y discutíamos
de crisis de valores, de pérdida de valores, achacándola sobre todo a la crisis
económica del periodo especial, hubo unos cuantos que fueron aupados en la
carrera política, llegando a ser, por ejemplo, segundo secretario o miembros
del buró de la UJC nacional, rector de importante centro académico,
funcionarios del MINSAP a todos los niveles. ¿Qué tendrían en común esos? ¿Eran
los que más amaban la Patria, eran los más dispuestos a sacrificarse, eran los
más capaces, eran los mejores estudiantes? No podría responder con certeza
algunas de esas preguntas para cada uno de ellos. Pero lo que tenían en común
no se manifestaría precisamente en dichas respuestas. Pero si me atrevo a decir
que muy poco a nada cuestionaban aquel presente, perfectamente alineados con
cualquier jerarquía superior, y por supuesto menos aún desconfiaban o
cuestionaban el posible futuro cuya edificación ellos sentían que serían
capaces de dirigir. Al parecer, durante todo este tiempo, ellos siempre
estuvieron bien, en sus razones, y hemos sido nosotros los que hemos fallado.
Nosotros los que nos atrevíamos a hacer preguntas incómodas, los que veíamos y
denunciábamos problemas, no coyunturales, sino estructurales. Nosotros los que
no sacrificamos diez o 15 años de juventud en interminables reuniones que roban
tiempo de vida (para terminar teniendo autos y choferes, casas propias, asuntos
de trabajo que permiten viajar subvencionadamente al extranjero) sino que
decidimos sacrificar toda la vida en ómnibus atestados, casas compartidas o en
crudo pulseo adquiridas o reconstruidas, y muchos infinitos otros detalles
donde nos ha tocado diferenciarnos, no cuantitativamente, sino cualitativamente
( y de eso también ya he opinado en SC): la diferencia capitalista del
millonario con múltiples autos y aviones y el obrero con un solo auto y la
posibilidad de comprarse el ticket a cualquier lugar, y la diferencia capital
entre el que tiene auto y chofer y el que no puede aspirar sobre legitimas
bases reales en su empleo a tener (y mantener) ni una motocicleta. El recurso
de la similaridad y el recurso de la diferencia son consustanciales a este
Universo, sobre esas bases se organiza el mundo físico, el químico, el
biológico, el cognoscitivo y por supuesto el ser humano y la sociedad humana.
La política, el ejercicio del poder, descansan sobre un equilibrio de estos
recursos. Cuando el entramado de ejercicio del poder de una sociedad se
organiza para desterrar la posibilidad de la diferencia, de renovación a través
de la diferencia, de oscilación entre diferencias, dicho entramado se osifica,
se automatiza, cae en un círculo recursivo que se aleja de lo humano y se
acerca a la (i)lógica maquinal, y tenderá al facilismo extremo en su agencia,
desbrozando el camino entre la idea y la acción-ejecución, y tenderá a
descomplejizar, reduciendo los matices, la casuística, definiéndolo todo en el
lenguaje binario de conmigo o contra mí. En este facilismo, empiezan a
aplicarse sucedáneos de más expedita formulación y réditos: por ejemplo,
confundir justicia con igualdad, cuya aberración última es la igualación de
juez y parte, expresión manifiesta de un cisma esquizoide de individuos que
detentan el poder, y creen que no han sido sometidos por él. Poder es reducción
del espacio de diferencia entre posibilidad y probabilidad. El poder hace lo
posible probable, y lo probable seguro o cierto. El poder no acotado se
desbocará, en movimiento concéntrico, en la igualación de ambos espacios, en su
coincidencia. Pero este crecimiento del poder en unos pocos, no se da a
expensas del desempoderamiento de muchos para los cuales ocurre justamente el
fenómeno inverso: la ampliación de dicho espacio entre los posible y lo
probable: te es posible emitir un criterio, pero es muy poco probable que te
atrevas a hacerlo, o que sea escuchado, o que surta efecto; existe la
posibilidad de que puedas tener un carro, es poco probable que lo logres. Estas
cosas no son particulares de un sistema sociopolitico u otro. De hecho, la
Revolución cubana redujo estas brechas, y “aterrizó” muchísimos y derechos y
posibilidades en el corazón, la mente y los brazos de mayorías: ya no un
comercial capitalista de que cualquiera con esfuerzo tiene la posibilidad de
salir dsde la pobreza y, digamos, llegar a ser universitario, sino hacer
probable que esto ocurra pues aun siendo pobres, ya no se es analfabeto y las
escuelas no cuestan. Pero luego de esta eclosión inicial, todo esfuerzo para
secuestrar más poder hacia una homogeneización, sin usar el recurso de la
diferencia, tiene un camino prescrito, y a los ojos de la virtud y la razón
también proscrito. Pues es un camino que conduce al debilitamiento de la
justicia, o con palabras martianas, del decoro y la dignidad plenas de los
seres humanos. Y cuando el valor justicia se debilita, se confunde, cambia todo
el espectro de valores, pues la justicia es central a la arquitectura moral
humana, como reflejo espiritual que es del principio de simetría físico, otro
fundamento del Universo. La noción de lo justo permite dirimir lo que es un
acto de valor de lo que es un acto de abuso, lo que es agradecimiento de lo que
es sometimiento, de lo que es honestidad de lo que es cruel imprudencia… En
triada perfecta con lo verdadero y con lo bello, ese dial de la justicia, de lo
que es justo o no, con el que nacemos, y que se calibra durante nuestro
recorrido vital, también es un mecanismo que se ajusta grupalmente: siglos hubo
en que la justicia tuvo color y clase, excepto para unos pocos héroes siempre
empujando la humanidad hacia el acierto. Hace más de 20 años en nuestra Patria,
en quienes la constituimos y la continuamos, empezaron a abrirse grietas en
estos ideales, que no se parchean con divisas ni por cuenta propia ni a
crédito. Mucho menos con una comisión de cultura. Muy poco con lineamientos
económicos.