A proposito de una entrada en OtraCita y algo que posteó Giordan:
tomo de
referencia en tu post, el inciso c) ... "para resolver los complejos
problemas que hemos acumulado, precisamente, durante los últimos 20 años",
para hipotetizar que hace más de 20, cuando yo era un estudiante de cuarto año
de medicina y vicepresidente de la FEU del Instituto, y el actual presidente de
Cuba primer secretario del PCC en Villa Clara, que ya entonces mi respuesta a
tus preguntas hubiera sido No (al cuadrado), como creo habría sido No también
la de casi todos los que participábamos en aquellas reuniones con Diaz Canel.
Los último 20 años se han sedimentado sobro otras décadas que, si bien tuvieron
fortalezas, ya tenían corroídos algunos puntales de su arquitectura. Mencionaré algunos pilares enclenques según
mis consideraciones de entonces, avaladas por el hecho de haberla visto
expresada de mejores y más publicas maneras con el paso de todos estos 20 años.
Puntualizo que no hablaré de Economía, soy un neófito en la materia, como casi
todos los cubanos que no habían cursado una carrera universitaria o estudio en
ramas afines, pues hasta 12 grado era una materia ausente de los planes de
estudio. Quizás ahí empieza el problema de la Economía, y este que menciono no
es un problema económico, sino de valores (tonterías mías, como si la economía
no se encargara precisamente de valores): las carreras de Economía y
Contabilidad quedaban bien relegadas en las escalas de preferencia de los
futuros universitarios. En aquellos años 90 y milenaristas no salían
economistas por televisión o a sotto voce, los destinos de Cuba no parecían tan
pendientes de sagacidad mercantil, fiscalización contable o pertinencia
financiera, sino que todo había funcionado más o menos bien como por
inspiración. De ahí que dichas carreras se asociaban con oficios-empleos poco
codiciados: mira tú cuan diferentes llegamos a ser de los capitalistas,
nuestros mejores estudiantes querían ser médicos, periodistas, ingenieros,
estudiantes de lenguas (estas carreras cerraban con los promedios más altos) nunca
banqueros, ni CEO, ni corredores de bolsa, o gerentes profesionales o
especialistas de negocios; y Economía y Contabilidad eran casi siempre ocupadas
por decantación, cuando el puntaje no alcanzaba para las primeras opciones.
Tuve la oportunidad de conocer una economista, seguramente graduada de los 80 o
90 (ya esta anécdota la puse una vez aquí) que en una reunión con los
secretarios de los núcleos del municipio Plaza daba una misa sobre los
lineamientos, allá por el 2012 ó 2013. En esa reunión me atreví a decir, yo el más
joven de la cofradía, que no necesitaba que me explicaran la letra de los
lineamientos, cuál ya estaba cumplido, y cual parecía posible de cumplir, sino
cuándo se verían los resultados de la aplicación de los lineamientos, que
pronóstico hacían los economistas al respecto, para saber cuándo tendríamos que
volvernos a reunir para decidir si habían servido o no, y si no habían servido,
pues promulgar otros. Ella no podría haberme respondido de una manera más
tajante: los economistas no estamos para hacer pronósticos, de eso se ocupan
los meteorólogos. Varios funcionarios se ensañaron conmigo, esa saña siempre ha
sido vieja conocida mía, y valga la repetición, un viejo doctor saltó en mi
defensa, en la defensa de la juventud y su derecho a pensar y expresarse de
otra(s) manera(s). Aquí ejemplifiqué dos pilares rotos, blanditos, desde hace
más de 20 años: políticos (políticas) que no prometen, y como no prometen no se
comprometen, y nadie sabe si cumplen, y como no queda en evidencia que
incumplen, se mantienen por demasiado tiempo. Y el otro, el rechazo, desde el
poder político, al recurso de la diferencia. Esto último asume formas diversas,
pero termina produciendo siempre el mismo resultado, tiene un fin particular:
hacer más fácil y por consiguiente más duradero, estable, el ejercicio del
poder. Produce una homogeneización de los decisores e instituciones políticas
como estado previo a este facilismo. De aquellos que asistíamos a las reuniones
con Diaz-Canel (así nos referíamos siempre a él) y ya hablábamos y discutíamos
de crisis de valores, de pérdida de valores, achacándola sobre todo a la crisis
económica del periodo especial, hubo unos cuantos que fueron aupados en la
carrera política, llegando a ser, por ejemplo, segundo secretario o miembros
del buró de la UJC nacional, rector de importante centro académico,
funcionarios del MINSAP a todos los niveles. ¿Qué tendrían en común esos? ¿Eran
los que más amaban la Patria, eran los más dispuestos a sacrificarse, eran los
más capaces, eran los mejores estudiantes? No podría responder con certeza
algunas de esas preguntas para cada uno de ellos. Pero lo que tenían en común
no se manifestaría precisamente en dichas respuestas. Pero si me atrevo a decir
que muy poco a nada cuestionaban aquel presente, perfectamente alineados con
cualquier jerarquía superior, y por supuesto menos aún desconfiaban o
cuestionaban el posible futuro cuya edificación ellos sentían que serían
capaces de dirigir. Al parecer, durante todo este tiempo, ellos siempre
estuvieron bien, en sus razones, y hemos sido nosotros los que hemos fallado.
Nosotros los que nos atrevíamos a hacer preguntas incómodas, los que veíamos y
denunciábamos problemas, no coyunturales, sino estructurales. Nosotros los que
no sacrificamos diez o 15 años de juventud en interminables reuniones que roban
tiempo de vida (para terminar teniendo autos y choferes, casas propias, asuntos
de trabajo que permiten viajar subvencionadamente al extranjero) sino que
decidimos sacrificar toda la vida en ómnibus atestados, casas compartidas o en
crudo pulseo adquiridas o reconstruidas, y muchos infinitos otros detalles
donde nos ha tocado diferenciarnos, no cuantitativamente, sino cualitativamente
( y de eso también ya he opinado en SC): la diferencia capitalista del
millonario con múltiples autos y aviones y el obrero con un solo auto y la
posibilidad de comprarse el ticket a cualquier lugar, y la diferencia capital
entre el que tiene auto y chofer y el que no puede aspirar sobre legitimas
bases reales en su empleo a tener (y mantener) ni una motocicleta. El recurso
de la similaridad y el recurso de la diferencia son consustanciales a este
Universo, sobre esas bases se organiza el mundo físico, el químico, el
biológico, el cognoscitivo y por supuesto el ser humano y la sociedad humana.
La política, el ejercicio del poder, descansan sobre un equilibrio de estos
recursos. Cuando el entramado de ejercicio del poder de una sociedad se
organiza para desterrar la posibilidad de la diferencia, de renovación a través
de la diferencia, de oscilación entre diferencias, dicho entramado se osifica,
se automatiza, cae en un círculo recursivo que se aleja de lo humano y se
acerca a la (i)lógica maquinal, y tenderá al facilismo extremo en su agencia,
desbrozando el camino entre la idea y la acción-ejecución, y tenderá a
descomplejizar, reduciendo los matices, la casuística, definiéndolo todo en el
lenguaje binario de conmigo o contra mí. En este facilismo, empiezan a
aplicarse sucedáneos de más expedita formulación y réditos: por ejemplo,
confundir justicia con igualdad, cuya aberración última es la igualación de
juez y parte, expresión manifiesta de un cisma esquizoide de individuos que
detentan el poder, y creen que no han sido sometidos por él. Poder es reducción
del espacio de diferencia entre posibilidad y probabilidad. El poder hace lo
posible probable, y lo probable seguro o cierto. El poder no acotado se
desbocará, en movimiento concéntrico, en la igualación de ambos espacios, en su
coincidencia. Pero este crecimiento del poder en unos pocos, no se da a
expensas del desempoderamiento de muchos para los cuales ocurre justamente el
fenómeno inverso: la ampliación de dicho espacio entre los posible y lo
probable: te es posible emitir un criterio, pero es muy poco probable que te
atrevas a hacerlo, o que sea escuchado, o que surta efecto; existe la
posibilidad de que puedas tener un carro, es poco probable que lo logres. Estas
cosas no son particulares de un sistema sociopolitico u otro. De hecho, la
Revolución cubana redujo estas brechas, y “aterrizó” muchísimos y derechos y
posibilidades en el corazón, la mente y los brazos de mayorías: ya no un
comercial capitalista de que cualquiera con esfuerzo tiene la posibilidad de
salir dsde la pobreza y, digamos, llegar a ser universitario, sino hacer
probable que esto ocurra pues aun siendo pobres, ya no se es analfabeto y las
escuelas no cuestan. Pero luego de esta eclosión inicial, todo esfuerzo para
secuestrar más poder hacia una homogeneización, sin usar el recurso de la
diferencia, tiene un camino prescrito, y a los ojos de la virtud y la razón
también proscrito. Pues es un camino que conduce al debilitamiento de la
justicia, o con palabras martianas, del decoro y la dignidad plenas de los
seres humanos. Y cuando el valor justicia se debilita, se confunde, cambia todo
el espectro de valores, pues la justicia es central a la arquitectura moral
humana, como reflejo espiritual que es del principio de simetría físico, otro
fundamento del Universo. La noción de lo justo permite dirimir lo que es un
acto de valor de lo que es un acto de abuso, lo que es agradecimiento de lo que
es sometimiento, de lo que es honestidad de lo que es cruel imprudencia… En
triada perfecta con lo verdadero y con lo bello, ese dial de la justicia, de lo
que es justo o no, con el que nacemos, y que se calibra durante nuestro
recorrido vital, también es un mecanismo que se ajusta grupalmente: siglos hubo
en que la justicia tuvo color y clase, excepto para unos pocos héroes siempre
empujando la humanidad hacia el acierto. Hace más de 20 años en nuestra Patria,
en quienes la constituimos y la continuamos, empezaron a abrirse grietas en
estos ideales, que no se parchean con divisas ni por cuenta propia ni a
crédito. Mucho menos con una comisión de cultura. Muy poco con lineamientos
económicos.
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