A Fina García Marruz, en su muerte
Estás allí, al
umbral, donde la luz,
nos cegará y la
sombra suave cede,
donde el polvo
suspenso su oro puede
mostrar, y el
pecho alivia de su cruz.
Estás allí, en la
verja a contraluz
del jardín que
soñaste tantas veces,
y tus manos
delgadas las ofreces
al jardinero
apuesto, el buen Jesús.
Estás allí,
dormida filigrana
que el Verbo
traza en apariencia humana
repitiendo su eterno lee: cree.
Otra vida que
nace a la Poesía,
es apenas tu casa
quien se enfría,
y tu tiempo saciado quien se muere.
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