Dónde va el modelo… qué adónde va…?
No está arriba ni está abajo, no es de izquierda ni derecha,
ya no es rojo ni es azul…
no es urbano ni es del monte, ni presente ni pasado ni se ve
en el horizonte,
qué dónde está?
Se me metió en la cabeza el sonsonete de la canción que
parodio mientras veía las opiniones al pie de los posts de algunas personas que
respeto, a raíz del artículo del Granma
http://www.granma.cu/cuba/2020-05-06/la-bondad-neoliberal-de-los-entusiastas-consejeros-06-05-2020-23-05-55?fbclid=IwAR08tk7alXYG-Qf7zBTWwE-l8bgsB6WGnBSQmpckwr_t99tscs6lxO52GPM
Mi opinión, no de ahora que el capitalismo y el consumismo
me pudieran estar lavando el coco, sino de antes, hará unos diez años, cuando
me dio por leer el libro “Cuba, la forja de una nación” de Rolando Rodríguez,
para repasar la historia de la segunda mitad de nuestro siglo XIX, es que el
modelo que se instauró en Cuba no era precisamente soviético, y que en estos
años, o desde esos años en que se empezaron a preconizar cambios, no se
caminaba hacia un modelo ni chino ni vietnamita. Nuestro modelo seguía siendo
el modelo feudal-esclavista de la colonia. Es un modelo esencialmente colonial,
caciquista-caudillista, en que hay una metrópoli-centro de poder, que no
permite a la masa de cubanos igualdad de derechos en lo político, en lo
económico; donde existe lo que en el XIX se denominaba "miedo al
negro", miedo a una masa incontrolada, en mayoría demográfica, la cual
necesita del amo ilustrado para ser conducida; donde se exacerba el miedo a los
cambios pues estos ponen en entredicho quienes detentarán el poder luego de
dichos cambios, y se amenaza con, y se siente como amenaza, el cambio de poder
porque se asocia con un cambio de metrópoli. Una parte de Cuba colonizó a otra
parte, resguardando los derechos de un cierto linaje, y dejando desprotegidos a
sus habitantes de segunda, azuzando aún hordas de voluntarios, cubanos contra cubanos;
censurando cualquier idea extranjerizante, como las que exaltaron a Céspedes,
Agramonte y Martí; con férreo control de aduanas e imprenta, de entradas y
salidas; manteniéndose la misma escala de valores monárquicos, con la similitud
en los esquemas de repartición de prebendas políticas a los fieles y similares,
a los que pertenecen a las castas administrativas o militares. Se quiere una
siempre fiel y sumisa Isla de Cuba. Esa que ya no existe, esa que ha cambiado
no porque saliera de una reunión del partido el acuerdo, o porque se votara en
una nueva constitución, o se discutiera en forma de lineamientos. Sino por el
agotamiento de la gente, por el cambio demográfico del tiempo y el exilio, por
la presión de las realidades de un mundo cambiante que le arrancó las caretas a
los cuentos con que nos mantenían embobecidos. Sino por esos jóvenes
inconformes, que dejaron de escuchar, de prestar asunto, que no decían no, pero
tampoco decían sí y continuaban a lo suyo, a sobrevivir, y por esos viejos que
después que les pasó la vida, perdieron el miedo pues ya sabían que ya estaban
muertos, y dejaron de pedir prudencia, o silencio, o disimulo, o paciencia y
confesaron que no se habían desvelado tanto para llegar solo a este lento
desgaste. Si, Cuba está cambiando, Cuba va a cambiar, Cuba va estar mejor, pero
no por el sacrificado compañero del comité central, o el de la esfera
ideológica, o el coronel, o el rector, o el administrador, sino a pesar de
todos esos funcionarios de la colonia, con toda la voz, pero sin palabras, solo
frases hechas y copias de discursos, con todo el celo pero sin la bondad ni la
humildad del amor, con toda la fuerza del poder, pero sin la libertad de la
razón.
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