miércoles, 18 de marzo de 2020

sobre el virus y las coronas



A propósito de 2 (o tres) elucubraciones que he escuchado sobre el virus y las coronas.

He visto artículos diciendo que la presidencia de Trump está acabada por el manejo de la epidemia y su impacto en la economía. No he escuchado aun a ningún norteamericano en mi derredor con una sola queja sobre el manejo de la epidemia, o achacando el impacto negativo en la economía a algo que no fuese el virus, y de hecho, celebran las medidas económicas que se proyectan para amortiguar el impacto (aclaro que vivo en Mississippi, bastión conservador). No digo esto por alabar, ni siquiera por mostrar otra cara de la moneda -estoy viviendo en medio de esta incertidumbre, y honestamente, preferiría estar con mi familia en Cuba- sino como reportando desde el campo de una batalla que me parece se contempla desde los búnkers de la esperanza, del "debería ser", de lo que quisiéramos que fuera, desde las teorías en que se olvida que todos los seres humanos no estamos a la altura de ellas. Mi sensación desde aquí abajo es que todo servirá para un "corrimiento hacia el trumpismo". El hecho de que ya los votantes demócratas se estén decantando por la opción Biden, es una señal de ello. Los estantes vacíos en los mercados, a la mayoría les parece un anuncio de lo que podría venir de triunfar la opción sanderosocialista en las elecciones, pues es lo que siempre han asociado con el socialismo, la simple ecuación de que menos capitalismo trae por resultado más desabastecimiento. Por otra parte, será este gobierno actual en norteamérica el que tendrá que lidiar con la epidemia, no los candidatos desde las tribunas, actualmente virtuales (dada la estrategia preventiva del distanciamiento social). Eso le dará un protagonismo y liderazgo mayor a la Casa Blanca que el que puede conceder cualquier tiempo ordinario. Todo eso, y el hecho de que las epidemias biológicas no son eternas (recuerden a Einstein, eternos solo el universo y la estupidez humana) -las curvas de propagación enlentecida, y aún más la fulminante, pronostican declive de casos para el otoño, el acmé de las campañas electorales- conspira a favor de la “continuidad”. El probable deterioro económico que sobrevendrá ya tiene su chivo expiatorio, que usará muy bien la campaña trumpista; y la gente, sin saber/poder ver más allá de las medidas de rescate instantáneas que les aliviarán los meses corrientes, no juzgarán por lo que pueda acaecer el próximo año para decidir su voto en noviembre. Tendría que alejarse mucho EUA de la norma de lo que ha sido la epidemia en otros países, para que una mayoría castigue en las urnas. Por otro lado campean las teorías conspirativas que ven una acción intencionada detrás de la propagación del virus, la pelota hace su ping-pong entre el contrincante chino y el estadounidense. En su contra los chinos tienen que trataron de silenciar la noticia de la epidemia, metieron preso a uno de los doctores que quiso sonar tempranamente la alarma ( quien falleció con la infección por Covid-19). Los titulares han dicho que es otro Chernobyl. A favor de los EEUU estaría lo mismo que se le critica: falta de tino. Los titulares que se hicieren sustentando dicha teoría de la mala intención norteamericana, tendrán que incluir la palabra idiotez, pues los supuestos creadores del virus carecían de vacunas contra él (un capítulo en esta saga sería el embaraje de Trump por adquirir derechos sobre la alemana); no cerraron las fronteras a tiempo, (el propio presidente Trump y su séquito fueron expuestos tempranamente al contagio en una reunión de donde salió enfermo su hermano gemelo brasileño, Bolsonaro); y el golpe a la economía china que se pretendía como objetivo bioterrorista terminó afectándolos a ellos mismos pues hasta los nasobucos les llegaban de Asia. Considerando que es un virus que resulta más letal en los ancianos, si la idea de los conspiradores era acabar con los viejos, en una gigantesca operación de arquitectura social, ni los más perjudicados ni beneficiados serían China o EEUU, ni sus estrategias de contención han tenido como pilar el darwinismo social, o la estrategia de contención de la epidemia basada en la mitigación, a la que se adscribió tempranamente al parecer el gobierno inglés. Parece ser que la mitigación de la transmisión será el caso obligado de algunos países pobres, en los que la cruda realidad conspira contra las estrategias de supresión basadas en el aislamiento social radical, dados los altos índices de hacinamiento urbanístico; dada la imposibilidad de contar con reservas de alimentos o de prescindir del trabajo diario para ganar el plato que se ha de llevar a la mesa el día siguiente. Sería el escenario cubano, sería la disyuntiva de los gobernantes de Cuba frente a esta epidemia. El aislamiento social en Cuba es harto difícil, el 90% del transporte es público y en condiciones de hacinamiento, las viviendas son pequeñas con numerosos convivientes, casi que el estornudo de una casa salta la tapia del vecino, igual que la mala palabra y el reguetón. Aislar significaría paralizar, y la gente del país vive prácticamente el día a día,  no se come sin "luchar" en largas colas el plato diario. Es una decisión amarga, o el coronavirus que vence a los adultos mayores o el hambre y el pánico que vence a todo el mundo. En Cuba nunca la influenza o la gripe han sido problemas, la gente anda con catarro en las guaguas, los trabajos, las escuelas; los brotes ocurren y se convierten en chistes y apodos, la mortalidad por estas causas virales estacionales no asusta ni se propagandiza. Lo peor que tiene este coronavirus, dicho jocosamente desde la perspectiva de nuestra tradición, es la sombría propaganda, su emulativa politización. La gran ventaja está en ser isla, en contar con un sistema de salud unitario y verticalmente organizado, en la experiencia de vivir en gestionamiento constante de crisis, en la existencia de un sistema de medios de comunicación didáctico y unidireccional al cual los cubanos hemos sido educados para escuchar.  Con todos estos elementos tienen que haber contado nuestros estrategas, con lo que se debería hacer y con lo que se puede hacer, dadas las condiciones reales. De ahí que puedan surgir nuevas teorías conspirativas a ambos lados del estrecho de la Florida. De un lado dirán que el virus lo engendró la mafiacubanoamericana, para acabar con el turismo y/o con la generación histórica, y del otro, que a Diaz-Canel le cayó del cielo, y por eso anda moroso en escuchar las voces de quienes piden cerrar ya las fronteras, la solución al problema del envejecimiento poblacional. De cualquier manera, en todas partes la epidemia seguirá su curso, hasta chocar con la barrera de la inmunidad, ya sea producida mediante vacunas o por contagio rebasado, y/o de las contingencias ecológicas, pues las estrategias actuales solo pretenden diluir la carga de pacientes que podrían requerir asistencia crítica a la vez. Como ningún país puede darse el lujo de paralizarse largo tiempo...

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