jueves, 18 de agosto de 2022

anticomunismo

 Y no soy anticomunista por ninguna razón, ni ideológica, ni política, ni moral, ni histórica. Mi padre es militante, muy buenos amigos lo son, personas a las que respeto y admiro lo son, algunos incluso han sido cuadros en los niveles más básicos. A mi manera, creer que la utopía comunista es la culpable de los desmanes que puedan haberse cometido en su nombre es como culpar a Jesús de los desmanes que puedan haber cometido en su nombre los humanos. Lo he repetido antes aquí: el Sábado para el hombre y no el hombre para el Sábado (Marcos 2:27). También lo he repetido aquí: los valores, las virtudes, los antivalores, los vicios, se dan en un continuo muchas veces, en un espectro. Por ejemplo. firmeza, persistencia, perseverancia, obstinación, inflexibilidad, encaprichamiento, dogmatismo. Y la justicia, bien calibrada dentro de cada cual, permite ubicar el dial hacia un extremo o el otro a la hora de juzgar una acción. La buena política es el arte de saber obrar en el instante para poder obrar con mayor libertad-certeza-armonía-belleza-justicia, en el futuro. Y ahí la palabra clave es ´futuro´. Un futuro de un año, de cinco, de quince, de cincuenta, de cien…? En ciertos aspectos la política, así como la describo en este párrafo no es diferente de cualquier acción humana, excepto que la mayoría de las acciones humanas se circunscriben a un futuro bien cercano y personal, y si lejano, no más que una o dos generaciones emparentadas por delante. Por eso la buena política debería también tener ciertas cotas de tiempo, tomando como fundamento cuánto dura la vida humana. No hablo aquí de comprometer un futuro lejano en pos de uno cercano, si bien en el largo plazo eso ha ocurrido demasiado poco en la historia, pues las abundancias, las inopias, suelen alternarse, y el destino del mundo es cada vez más colectivo, (siempre lo fue o no: fuimos esclavistas a la vez, feudales a la vez, terraplanistas a la vez…etc). La mayoría de las decisiones políticas no son de ese ´transhumano´calibre, y tampoco hay que temer que los hombres y mujeres del futuro serán de algodón, sino que también llegaran a ser dueños de sus destinos y que tomaran decisiones políticas oportunas para ellos, y para enderezar los entuertos que les dejemos nosotros (se del peligro climático, del nuclear, esas damoclesianas espadas que penden sobre el desarrollo y la soberbia humanas). Pero la buena política no puede ser como la del faraón que quiere construir su pirámide, gran obra, maravilla del mundo, increíble, eterna, sin nada que se le oponga excepto la propia piedra, pesada, o escasa. El político tiene que saber bajar la cabeza, y echarse a un lado, o ponerse al frente de los suyos, o criticar a otros idos o por venir, si así logra domeñar el instante en pos de ese futuro que es bueno o mejor para los otros: para los otros que están a su lado, y que son el cuerpo que está realmente capeando los instantes. La política no puede hacerse siempre a la sombra de la calamidad futura, ni a la sombra de la pirámide, para cuando la contemplen esos que vivirán de aquí a cuántos años.

El comunismo es tan bueno para navegar como lo fueron las especias o el vellocino, pero hay que navegar con barcos de palo y con marineros ávidos de tesoros y aventuras y sabiendo que hay piratas y ciclones y aunque los barcos de palo los fabrique gente que muchas veces no navega. Yo creo que el proceso histórico de la revolución, con Fidel al frente, ha sido el culmen de nuestra historia. Me regaló a mí, como cubano, un sentido de identidad, de pertenencia, de esencia y agencia en el sistema mundo, como no pueden lograrlo ni diez mil congas ni puercos asados ni juegos de pelota. Yo sé que sí existen los hombres nuevos. Que no son perfectos. Y tampoco son carneros amaestrados para aplaudir. Que han querido estudiar y trabajar solo por el placer de hacerlo y servir bien y no para ganar un renombre y mucho menos dinero. Que no ven a gente inferior ni superior por su color, o su nacimiento, o su caudal, pues nunca se interesan por esas cosas, sino por la índole especialmente buena o desgraciadamente jodida de cada quien. Un nuevo ser humano más bien estoico, que no ve su propia vida mejor o peor segun la falta de abundancia, que no se juzga a sí mismo por las cosas materiales que logra acopiar. En fin, esos con los que se podría navegar hasta la eternidad. Pero navegar, no remar. Navegar, y si toca estar al pairo esperando el buen viento, aplaudir al viento y no al capitán. Y cuando aparecen Escilas y Caribdis, no evitarán el paso entre los dos monstruos, ni dividirán al barco en dos, ni escogerán cual monstruo es más heroicamente conveniente para luchar o dejarse devorar, sino que navegarán y dejarán a cada monstruo su propio afán. Cuando hablo de reinvolución y decadencia, no estoy esgrimiendo razones anticomunistas. A mi criterio, algunas de las causas fundamentales del deterioro económico, social y de valores en el país, conjuntamente con el irresuelto diferendo con los EEUU, y con la comunidad cubana en el exterior, serian: 1) el país ha sido mal conducido económicamente en medio del asedio y bloqueo norteamericano, con estrategias voluntaristas, dependentistas y tremendistas; 2) se ha sembrado división por motivos políticos entre los cubanos; 3) se ha desconfiado de la capacidad para el autogobierno, adulterando vías de participación popular, y predeterminando la elección de los decisores mediante mecanismos pseudomonárquicos, que priorizan como criterios de selección la fidelidad, la ¨pureza¨ ideológica, por sobre los talentos para la solución creativa y eficiente de los problemas; 4) se ha subordinado la salida del subdesarrollo material al facilismo de contar con una homogeneidad ideológica y se ha preferido la seguridad paternalista al respeto a la dignidad y la libertad creadoras, desvirtuando el balance que debe existir entre la dignidad de los individuos y la dignidad de la patria; 5) se ha adulterado la noción de justicia y de lo justo en las personas y en la sociedad a partir de acciones refrendadas desde un poder incontestado que obra como juez y parte, castiga y vilipendia cualquier forma de crítica, oposición justificada o iniciativa política, propone sucedáneos facilistas-reduccionistas, tales como igualdad, unanimidad, populismo, como indicadores de  justicia social, o métodos de autovalidación y construcción de consensos; 6) autoindulgencia perpetua bajo el credo de plaza sitiada. Creo en el papel del estado garantizando derechos, con socialización de la educación, la salud, la seguridad social. Pero también en la fiscalización de la actividad de gobierno a través de prensa pública y la acción concertada de los ciudadanos. En un modelo donde los dirigentes no puedan ser juez y parte, ´hackeando´ los mecanismos de concertación para mantenerse como paladines. Un modelo donde la nación no esté dividida por factores de geografía, ideología, metodología, capacidad de simulación, o sintonía con los líderes. En un modelo antiinjerencista, antiguerrerista, con conciencia ambiental, y con absoluta fe en la posibilidad de aprendizaje de los pueblos, perfeccionamiento, y emulación de ejemplos en la historia del mundo, en servicio para la construcción de una particular identidad, minimizando antagonismos, maximizando la colaboración y la paz.

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