Me es angustioso hablar de este tema en torno a los sucesos del Mariel. Empiezo diciendo lo que ya he dicho antes: ninguna medida económica urge tanto como aquellas de orden ético que se siguen postergando, aquellas que podrían connotar, al menos en lo simbólico, lo declarativo, una ruptura (una contra-continuidad, que no es lo mismo que contra-revolución) con determinadas pautas de actuación, quizás justificables a la luz de circunstancias pasadas extraordinarias, que se entronizaron y provocaron un reajuste de nuestro sistema de valores. El Mariel, los actos de repudio, la actitud hacia los migrantes y hacia la emigración son la inauguración sinfónica, el acto de fe, de esta nueva manera de ser, de entender y de afirmar nuestra humanidad, otro modo de ser y relacionarnos con Nosotros, para-por no ser ni llegar a ser ni parecer Ellos: los contrarrevolucionarios, los apátridas, los egoístas, los burgueses, los que desprecian al pueblo, los homosexuales, los raros, los lumpen, la escoria. De ese lado todo está mal. Y de este lado, con este, todo estaba bien, o lo llegaría a estar. El sentido de la justicia, de lo que es justo, de lo justo, ocupa el centro de la moralidad humana. Es una prevención innata contra las asimetrías, contra la falta de reciprocidad o concordancia en las relaciones; la manera en que las leyes de la simetría que gobiernan el Universo se manifiestan en nuestra conciencia. A muchos cubanos el dial de la justicia se les fue corriendo subrepticiamente, bien porque hubo presión de las circunstancias, bien porque se institucionalizaron modos de responder a las circunstancias que a plazo mediato o largo han demostrado ser contraproducentes, desventajas adaptativas. Del valor justicia se derivan, en él se sostienen, otros valores; permite dirimir la valentía del abuso, el agradecimiento del sometimiento, la honestidad de la indiscreción…; nos hace rechazar la mentira, el egoísmo, la simulación, la discriminación porque son básicamente actitudes injustas… Fue desvirtuado, desvalorizado, difuminado, cuando se equiparó la justicia con la igualdad, arrollando con “ley pareja” la difícil aplicación del sentido común a casos distintos, o al coartar (y estigmatizar) determinados valores humanos relacionados con la competitividad y el alcance de estatus con parámetros ajenos al área de competencia; cuando se desequilibró el balance necesario entre el ideal de justicia social y de dignidad de la patria encumbrándolo por encima de la justicia con-hacia los individuos y de dignidad del individuo; cuando se justificó (palabra cuya raíz es la misma de justicia) la realización sistemática de acciones esencialmente injustas como por ejemplo, el silenciamiento de las voces y opiniones críticas, disonantes, alternativas, durante muchísimos años; cuando los jueces pudieron o tuvieron que ser también parte, frente a posturas de antemano juzgadas, como en el poema de Prévert del combate contra el ángel; cuando, para contrarrestar una cara de las cosas solo se hacía énfasis en la otra, sesgando la información, y luego, desde dicha asimetría informativa (y formativa) que más que nada reducía el poder de los análisis para fundamentar o rechazar propuestas, entonces gobernar, dirigir, desde un ampuloso sesgo de confirmación…y un largo etcétera.
Fue un proceso complejo, pues de otra manera, también sentimos que nuestro sentido de la justicia se ampliaba, que éramos menos egoístas, que llegábamos no solo en palabras, sino en actos, más a las esencias, preocupados por redimirnos no solo a nosotros mismos o a quiénes nos eran más cercanos, sino a todos en el pueblo revolucionario, incluso a otros pueblos victimizados. Fue un proceso complejo, de donde se esperaba nacería el hombre nuevo (yo pienso que algunos todavía andamos por ahí). Fue complejo, tanto como muchísimos procesos biológicos que luego de ser mecanismos compensatorios beneficiosos por muchos años, llegan a convertirse en la propia enfermedad de un sistema, ejemplo clásico es la hipertrofia del corazón para lidiar con los incrementos de “carga”. En muchas de las medidas que se han tomado a lo largo de estos años, hay implícita una crítica, un “desdecimiento”, de medidas y estrategias pasadas. Los hoteles, las compraventas de viviendas, los viajes, la expresión menos ceñida en blogs, posts, y hasta periódicos y noticieros, son diametralmente opuestas a regulaciones bajo las cuales nos acostumbramos a vivir. Pero en general han acaecido como por obra de la necesidad, obligados por ella, como tomadas a regañadientes, para salvar algo superior, casi concesiones hechas a lo que, según el mismo discurso, no puede hacérsele concesiones, casi concediéndole razón a los estrategas de la asfixia económica, cuya esperanza es que la presión doblegue. Nadie dijo que dichas medidas eran justas, o más justas, o que deshacían injusticias y por eso eran tomadas, que no eran estados transitorios para volver a un punto anterior, sino que son pasos definitivos para llegar a algo mejor.
Creo que la reticencia a la contra-continuidad en los aspectos que he mencionado y en otros, se hace evitando que muchos protagonistas de aquellos sucesos, aún vivos, puedan ofenderse, pierdan esas razones, aunque conservaren muchas otras. Vuelvo a repetir: Una Revolución se hace contra el pasado y es sobre todo una máquina de futuro; pongamos el instrumento que la Revolución es, que la nueva Constitución es, al servicio de nuestro futuro, no a servicio de nuestro pasado, lo cual no implica deshonrar nuestra memoria o nuestra historia: nosotros no fuimos hechos para ellas, sino que ellas acaecieron en nosotros y para nosotros; la política en Cuba no puede ser un prolongado ejercicio de demostración de un teorema esbozado casi por inspiración, no puede seguirse haciendo para validar la razón o la bondad o la inteligencia, para absolver, en definitiva, a quienes gobiernan o han gobernado el país, para que equivocándose y volviéndose a equivocar, rectifiquen o hasta que alguna circunstancia histórica favorable les haga parecer sabios; no puede seguirse haciendo política en que unos pocos arriman las brasas a su sartén, y los demás solo sirven de coro, de trasfondo uniforme, sobre el cual destacan las siluetas mesiánicas. Y agrego: Cuba no puede ser un blasón en la solapa de nadie. No se puede seguir esperando para no herir sensibilidades porque la herida que se inflige es mayor. No es un caso de derecho civil, en que habrá que esperar que mueran los padres para repartirse la herencia. Es un caso de derecho universal, moral, humano, en que la herencia ya es nuestra, en que por el solo hecho de haber nacido en esta isla, ya estamos indisolublemente ligados a su destino, ya es nuestra y somos parte de ella. (…continúa….)
A la mente me viene un fragmento de Martí: “Y si a los españoles, por ser españoles, los ataco, mi padre saldría de la tumba, y me diría: parricida. Pero el mal gobierno, la opresión, la ignorancia en que vivimos, la miseria moral a que se nos condena, esto ¡padre mío! no eres tú, eso no es España, sino otro país; eso es infamia y abominación, y dondequiera que lo encontraras lo has de acabar.” Se necesitan leyes, acciones, posicionamientos claros que no aumenten el peso de las diferencias y la polarización, en temas que no deben ser motivo de sectarismo ideológico, pues son sencillamente consustanciales a lo que los seres humanos hemos llegado a ser, en lo que hemos devenido. Como mismo no tiene defensa ideológica en el mundo hoy, el tener esclavos y matarlos por ofender a su señor, no la tiene el irrespeto al derecho de una persona de pensar y expresarse sin temor ni hipocresía, en participar en los destinos de su país. El dial de la justicia ha de correrse hacia un punto que nos permita exigir disculpas y perdonar, indagar y entender, llegar al convencimiento de cuan endebles son algunas razones para cimentar una línea divisoria entre el adentro y el afuera, entre el aquí y el allá, entre el ellos y el nosotros. Antes que la racionalidad o el pragmatismo económico, que son indispensables, se necesita la virtud política, y la razón ética. No se resuelve la herida que significó la construcción de un exilio antagónico, con silencio, con señuelos de redituables bonanzas, dando tiempo a que el tiempo pase, y la gente olvide, y las heridas duelan menos, la confusión sea mayor, los rostros cambien, quizás con el secreto de deseo de sentirse triunfador desde los inalcanzables escaños de la muerte, o con el secreto miedo de que llegará el día en que tendrán que balbucear "Diego" donde dijeron “digo".
El tema del Mariel, de los desposeídos de toda propiedad aun desde antes de haber salido por las puertas de sus casas, de los castigados a estar separados de su familia, suspendidos en limbos de espera sin que hubiese una fecha definitiva o una ley escrita que la pautara, no es el tema sencillo de entrar o no a un hotel, de vender y comprara un carro o una casa. Hubo vidas tronchadas, familias divididas, se deconstruyó una idea de país y se instituyó otra en que de un lado estaban los que tenían razón histórica y del otro los derrotados. Se llegó a las cotas en que no pueden realizar el camino de retorno los mismos que realizaron el camino de ida, hay asuntos en los que mientras no se realice la expiación, la mínima al menos de la disculpa y la crítica, se está validando la injusticia.
Hay cosas que se pueden prometer y cumplir muy rápidamente en Cuba, mas importantes que cualquier lineamiento económico, las que de verdad empezarán a destrabar el experimento de autovalidación de gente autosuficiente y arrogante como pocas han habido en este mundo: 1) las buenas ideas pueden venir de otras cabezas, y hay que organizar un sistema donde esas cabezas no sean destruidas o ahuyentadas por un filtro de discriminación que más que ideológico-político ha discriminado la inteligencia y la ética que tienen a la honestidad y el respeto a la alteridad como puntales 2) se ha acumulado una masa crítica de cubanos con capacidad intelectual, carácter y voluntad para construir contra la adversidad, fuera de los círculos del poder facilistas y clientelistas, con los que hay que contar, no solo como piezas productivas, sino con capacidades paradigmáticas, de dirección, de organización, y no están solo en Cuba 3) hay que contar con la emigración como parte indisoluble de la nación, y como mismo tienen una participación capital en la economía cubana, merecen no un extra, sino el mínimo de ser considerados de hecho y de derecho como cubanos, no como una masa fácil de esquilmar desde el chantaje emocional desde orillas opuestas.
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