domingo, 10 de febrero de 2019

mella

Mella es parte de queridas memorias. Recuerdo cuando, allá por onceno o duodécimo grade, leí algo que Tina Modotti le dijo o le escribió... quiero ser la forma en que me miras... anduve ese día feliz, la frase en mi cabeza de poeta enamorado. Me sentía tocado por la poesía de ese amor, de ese deseo. Luego, otra frase de él: la hora es de lucha, de lucha ardorosa y dificil (...) pretextando pequeñas diferencias (...) tachado de traidor o cobarde (..) hoy solo es honrado luchar. He citado las partes que recuerdo claramente. El cuadro lo vi en una oficina de la biblioteca de la escuela de medicina, donde trabajaba el equipo de mujeres que hacía las fichas técnicas de los libros y revistas, llegué a ser amigo de todas y en quinto año le pedí a su dueña, Pupy, que me lo regalara, y lo llevé para las oficinas de la FEU. Y siempre sentí suspicacia, complicidad, entre la frase y yo. ¿Quiénes eran los que pretexteban pequeñas diferencias, a los que podría tacharseles de traidores o cobardes? Quizá en las mentes que me rodeaban en el año 2000, yo era el sospechoso, ellos eran los que empuñaban las armas, figuradamente, y luchaban. ¿Pero qué armas empuñaban ellos, a favor o en contra de qué luchaban? Pues obviamente, las armas de la revolución y a favor de ella. ¿Y yo? Pues igual. ¿Cuál era entonces la pequeña diferencia? ¿Por qué si todos luchábamos, aún esa pequeña diferencia hacia que pre-sintiésemos a veces un cisma donde nos perseguiría el deleznable epíteto? Casi como en el poema de Cintio, "La voz arrasadora": ambas razas, las únicas que realmente existen, se miran con recelo. Hoy que el tiempo ha pasado, quizás resulta más fácil responder la pregunta. La mayoría de ellos contempla las cosas de un modo distinto a como las veía en aquel momento, su joven yo no habría vacilado en juzgarlos traidores o cobardes del que habían sido. Unos pocos siguen haciendo creer a los demás que siguen firmes en sus trincheras, pero no les queda otro remedio, de eso han vivido, llegando a realizaciones a las que no hubiesen podido aspirar si hubieran elegido ser simplemente médicos, o ser simplemente de esos que, como dice Javier Krahe, prefieren vivir con una duda a con un mal axioma.

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