jueves, 28 de febrero de 2019

sobre el referendo1

18 feb 2019
Unos ciudadanos cubanos en el extranjero podrán votar en el referendo y otros no, según preferencia del estado. Ese es el viejo problema con la nueva constitución: que puede ser vulnerada. Y que así nace.
Hace muchos años se sabe que es una necesidad contar con otra constitución, la de 1976 ha sufrido demasiados "incumplimientos" de parte de quienes debían haber velado por defenderla. Pero creo que el Poder comprende esa necesidad de una manera distinta a como la comprenden muchos cubanos desde su simple decoro: desde "arriba", la necesidad, la urgencia, lo imperioso, es ampliar el espacio de maniobra con apariencia de legalidad, pero sin pedir disculpas, ni hacer recuento crítico, ni apartarse de la toma de decisiones, dejando así a otros menos comprometidos con graves errores del pasado (que nos han traído hasta donde estamos) el intento de enderezar los caminos. "Abajo", la necesidad es otra: ampliar derechos innecesariamente vulnerados, curar injusticias, hacer las cosas bien... Pero la Constitución que vendrá, y la que hubo, adolecen del mismo defecto: para defenderlas, modificarlas, mejorarlas, solo pueden alzar la voz algunos elegidos. No habrá tribunal de garantías constitucionales, no podremos usar los medios públicos para lograr consenso, no podremos protestar públicamente, a no ser que seamos convocados a criticar los desmanes de otros o a ensalzar nuestros propios aciertos. Se cocinarán infinidad de leyes complementarias que podrán, constitucionalmente, regularla, meterla en horma, podándole algunas de sus más promisorias ramas. Seguirá habiendo ciudadanos de primera y de segunda, como ya se ve: los que tienen que votar, como soldados de la patria, y los que acaso podrían votar, como hijos huérfanos. Aunque ahora votar por el "no" parece que es pecado, a pesar de que la única consecuencia inmediata es que se mantendría vigente la constitución de 1976 por un tiempo más, la cual nunca ha sido tildada de contrarrevolucionaria, o de ser culpable del estado de decadencia del país, sino que según algunos, bajo ella llegamos a ser el país más culto del mundo y la nación más justa de la tierra; considero que a cualquier voto negativo le sobraría como fundamento tener esperanzas de que es posible contar con una constitución mejor, menos indefensa, menos perentoria y con garantías de más larga existencia y agencia para el futuro que nos merecemos; o que cualquier voto negativo se podría argumentar con la sospecha de que el compromiso de quienes nos dirigen no ha de ser para con el proyecto que a ellos les conviene, sino con el que nos conviene a nosotros, y que si nosotros desaprobamos un proyecto que ellos proponen, pues a ellos les tocará proponer otro más cercano a lo que nosotros pensamos, necesitamos y queremos. No se trata ahora de convertir la Constitución más larga que hemos defendido, vivido, sostenido y padecido los cubanos, en el "Coco", sino que, con elocuente necesidad de una nueva, nos propondremos hacer la mejor de que seamos capaces, con más énfasis en que sea ella la que nos defienda y sostenga a nosotros como pueblo -- que ya también aprendimos eso del "sábado para el hombre y no el hombre para el sábado". Y para que la constitución nos sirva, esté a nuestro servicio, pues tiene que darnos herramientas para poder dignamente estar al servicio de ella. Para que la constitución sirva a todos, y no solo a un grupo, tiene que ser letra viva, molde de conducta de los gobernados, pero más aún de quienes nos gobiernan. Los que detentan el poder, los dirigentes y las instituciones del gobierno, el partido y la impartición de justicia, han de ser los primeros encargados de cumplirla, porque son los que más gravemente podrían vulnerarla. Por eso la constitución que nazca debería otorgarnos a nosotros el poder de vigilarlos a ellos, y revelar sus desvíos o desvaríos, y de rebelarnos contra estos. Es al estado, a sus instituciones, a sus funcionarios, a quienes les corresponde demostrar de primeros su compromiso con lo que ha de venir, con el espíritu de lo que se quiere inculcar. Desde ya, desde ahora, no dando continuidad a estrategias fundamentadas en el privilegio ideológico, la anatemización de las posturas no obedientes y la exaltación del peligro foráneo. Habrá un espacio de años en tierra de nadie entre el día del referendo y el día en que las frases "establecida o determinada por la (futura) ley" (repetidas más de 80 veces en el nuevo texto constitucional) dejen de ser enlaces (links) al vacío. ¿Con cuál espíritu viviremos ese tiempo, con el de la espera, o con el de antaño, o con el del nuevo tiempo que se declara? En consonancia con ese espíritu, que ha de ser el del nuevo momento, el nuevo pacto refrendado, el Estado debe exhibir un accionar irreprochablemente hacia la Constitución, si no, estaríamos otra vez en la vieja tierra del haz lo que yo digo y no lo que hago, de donde dije digo digo Diego, del marco constitucional como espacio de conveniencia y no de simultánea obediencia. Por ello creo que ahora, hoy, ayer, mañana, el estado debe de proveer garantías para el ejercicio del voto a todos los ciudadanos cubanos por igual, y no intentar otra vez secuestrar un "sí" que al parecer resulta harto necesario menos por compromiso hacia la constitución que se propone, que como método de autovalidación de quienes se mantienen en el poder, en estas épocas de aguas especialmente turbias. Otra vez el fantasma del enemigo esgrimido como mal mayor, para que soslayemos los males aparentemente menores. Pero como dice un viejo refrán, el diablo está en los detalles, y no puedo dejar de señalar que ha sido esa erosión discreta de principios que nunca deben desgastarse, la que nos tiene enfrentados desde hace décadas a la decadencia de nuestro proyecto de nación. No es una cosa menor que la constitución no contemple herramientas para su propia defensa, para que nosotros podamos defenderla, para que puedan aunarse las voluntades que, sintiéndola vulnerada, quieran saltar a la palestra, sin que en ese momento ni un sí ni un no puedan ser convertidos en falaces motivos de acusación y división. Nuestros dirigentes debían empezar por ser consecuentes, esa palabra que en tanto discurso vano se ha usado, con el espíritu de la constitución hacia la cual reclaman un Sí como única salvación de la patria, confundiendo otra vez a la patria con ellos mismos.

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