24 feb 2019
Si yo viviese en Cuba, o me fuese permitido votar fuera de ella, votaría
no. Es el momento, aún dentro de la Revolución, aun creyendo en ella,
sintiendo cuan necesario ha sido que la viviésemos, que le diésemos
vida, y que debe seguir viviendo, en que creo que ese No tendría más
utilidad que un Sí. No basta con la reforma propuesta, no basta con
confiar en la buena voluntad de los máximos dirigentes, no basta con
denunciar al enemigo externo y estar siempre alertas. Aquellas aguas
trajeron estos lodos, de buenas intenciones está empedrado el camino del
infierno, cuando el infierno son los otros el paraíso no es uno mismo,
el diablo está en los detalles. Todo lo que ha pasado antes pasó porque
podía pasar, porque permitimos que pasara sin que se denunciara el
quebrantamiento de una ley ni hiciera falta un juicio. Millones de veces
y de voces callamos por respeto, por agradecimiento, por admiración,
por dudar de nosotros mismos. Y si alzábamos la voz muy pronto se nos
enseñaba la puerta. El vicio del poder, que es siempre hacer fácil su
camino, de manera inocente si se quiere, cambió algunas esencias por
sucedáneos. Más fácil instaurar el reino de la igualdad que el de la
justicia, ¿no es cierto?. También poco a poco nos acostumbramos a que,
en nombre de un ideal de justicia, era justo callar a algunos, era justo
que los jueces fueran parte, era justo que desde una asimetría
informativa desproporcionada se nos pidiese respaldar nuestros
criterios... en fin, nos acostumbramos a que la nueva justicia tuviese
tales cotas o acotaciones...se nos movió el dial de la justicia de
lugar, y a partir de allí muchas cosas cambiaron, al ser el valor o
ideal humano de justicia central a todos los demás ⸻lo que permite
dirimir en nuestros corazones los matices de lo bueno y de lo malo:
valentía/abuso, generosidad/despilfarro, agradecimiento/sometimiento...
Cosas esencialmente injustas empiezan a tomarse por justas, y la
dignidad se vuelve motivo de risa y atropello. Por eso aún creo que una
orientación economicista no resuelve o resolverá los problemas nuestros,
que son fundamentalmente éticos y políticos... como me decían mis
abuelos, antes había más hambre y necesidad y la gente robaba menos. Los
mismos dirigentes que hoy nos piden desesperadamente votar Sí porque es
supuestamente la salvación de la Patria, son los mismos que durante
años han atropellado la constitución del 76, los mismos que han
soslayado y tratado de acallar las voces de los hombres que llevan
décadas señalando la necesidad de una nueva constitución. Y como muchas
veces antes, esos dirigentes llegan a tomar la decisión no por sabiduría
o visión preclara, sino por necesidad, empujados por circunstancias que
no han sabido prever ni manejar. Cuando los cubanos pudimos volver a
entrar a los hoteles, y viajar sin permisos ni indagaciones sobre
nuestra pureza ideológica, nadie dijo que ahora se permitiría porque era
lo justo, pues habría sido equivalente a decir que antes esos propios
dirigentes habían tomado decisiones injustas. Cuando formulan
lineamientos e intentan cambiar una política no hacen promesas de cuando
se verán los resultados, no empeñan su palabra para que los juzguemos
por la palabra dada, como políticos que son, sino que siguen en el juego
del para siempre y ad infinitum, una y otra vez intentando y achacando
cada fallo al enemigo, o al pueblo que no aumenta la productividad, o a
mantener una justicia superior a todas las conocidas, aunque vuelve a
los hombres que entregan su vida al trabajo en ladrones "que resuelven" o
en jubilados empobrecidos, que dependen de los hijos o amigos que
alguna vez criticaron por querer ir a trabajar a otro lugar donde el
trabajo rindiese mejores frutos. Esos mismos dirigentes que siempre
piden el Sí por la Patria ayuntado al Sí para ellos mismos. Si hubiesen
tenido razón al menos en los últimos 30 años, y cada Sí o cada No que
nos pidieron hubiese llevado a Cuba a ser un país menos contradictorio,
menos dependiente, más inclusivo y protector de todos sus hijos, donde
el sueño más recurrente no hubiese llegado a ser el escapar, sino el
estar y el ser, entonces esta vez habría que votar como ellos
sugiriesen. Pero el más común de los sentidos me hace pensar que lo
mejor sería esta vez votar en contra a como ellos quieren, quizás esa
sea la solución, hacerles ver que existimos con un pensamiento
diferente, con una alternativa, con una razón y una madurez propias. Ya
firmamos el juramento de Baraguá, y estuvimos en mil y una marcha y
tribunas abiertas y antimperialistas, votamos en elecciones sin opción
de elegir, cumplimos misiones y porcientos. Pero ahora basta. Ahora no
se trata de reafirmar, no se trata de espantar al enemigo que ruge en
este momento, que no se ha escogido ni debida ni indebidmente, sino que
es el momento quien nos ha escogido a nosotros, que de haberse hecho
razonadamente debió haber sido hace muchos años, como lo saben y lo
hicieron saber hombres anonimizados o escarniados por la prepotencia
herida del Estado, en momentos de mayor bonanza económica y apoyo del
bloque continental, y mayor neutralidad del enemigo. Y que si ahora
hubiesemos hecho esta reforma constitucional de mejor manera, o se
hiciese de mejor manera, que a tiempo estamos, pues podríamos decir No a
este proyecto y empezar otra vez, no de cero, sino tomando en
consideración lo propuesto, pues nos quitaría bastante preocupaciones
sobre cualquier enemistad, al dejar, sin sombra de dudas, al pueblo
empoderado, y no al grupo que con legitimidad históríca se empoderó una
vez, pero que olvidó que hacer el bien un día no exime de la
responsabilidad de hacer el bien (y hacer las cosas bien) todos los
días, y desde hace años tuerce el decoro, la dignidad, la razón y la
legalidad para continuar siendo ellos, ese grupo que detenta los poderes
del Partido, el Estado y el Gobierno en Cuba, siendo ellos los que
tienen la razón última, la primera prerrogativa, el total acierto, sobre
los destinos de un pueblo. Ahora no se trata de reafirmar sino de crear
un camino para un futuro postergado muchas veces siempre por coyunturas
más urgentes. Es pedir que se vuelva sobre la nueva constitución y se
haga aún mejor de lo que es, no con las adiciones sacadas del manual de
“quienes quieren o intentan destruirnos”, sino con las propuestas hechas
por los propios cubanos, las cuales, al buscar un mayor equilibrio al
desenfreno del poder que nos gobierna, al querer una Cuba más inclusiva,
pueden incidir de manera categórica en la continuidad de la Revolución y
el proyecto de país a que nos conmina nuestra historia. La política en
Cuba no puede seguir siendo un prolongado ejercicio de demostración de
un teorema esbozado casi por inspiración, no puede seguirse haciendo
para validar la razón o la bondad o la inteligencia, para absolver en
definitiva, a quienes gobiernan o han gobernado el país, para que
equivocándose y volviéndose a equivocar, rectifiquen o hasta que alguna
circunstancia histórica favorable les haga parecer sabios. No puede
seguirse haciendo política en que unos pocos arriman las brasas a su
sartén, y los demás solo sirven de coro, de trasfondo uniforme, sobre el
cual destacan las siluetas mesiánicas.
Tanto es así que hoy esos
dirigentes caen en el sinsentido de orquestar o permitir una campaña
donde optar por el No equivale a traicionar la Patria o la Revolución,
que para ellos es lo mismo, cuando el No solo prorrogaría la vigencia de
una constitución que ellos mismo impulsaron hace menos de 50 años, y
que, antes de hoy, cualquiera que le hubiese sido tan abiertamente contrario como lo debemos ser ahora por decreto. pues habría
terminado, o empezado, en la cárcel. Por supuesto mi voto negativo no
sería un No estático, detenido, una acrobacia de psicología inversa, un
intento de victoria pírrica. Sería un No que incitaría a continuar el
movimiento, a profundizar en el intento, de hacer una Revolución, un
cambio de formas viejas por nuevas, con total sentido del momento
histórico, con la búsqueda de toda la justicia posible y de la probable
felicidad cuando se dan los pueblos a sí mismos la oportunidad de
soñar y conducir sus destinos. Yo ahora dijera no. Detengámonos. No
sigamos de largo con las mismas rutinas que nos han traído hasta hoy,
pues si hemos vencido sobre otros, aún no hemos vencido para nosotros
mismos. Y la Revolución es grande y fue grande y lo será sobre todo por
la que ha obrado en nosotros mismos. Nada se perderá, no hoy, por hacer
lo que no se nos pide y lo que no se espera. Quizás más adelante en la
cuesta ya no sirva de nada dar un respingo.
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